Ha llegado Uber a Granada de una manera muy, pero que muy extraña. El viernes pasado hubo una suerte de presentación de los vehículos de la que no se enteró casi nadie, la compañía no hizo oficial su llegada a Granada hasta media hora antes de empezar a operar. Bien es cierto que los focos de la compañía estaban en el lío monumental que tienen en Madrid y Barcelona, donde han anunciado que se van. El asunto es que la polémica se viene a Granada. Parece cuestión de tiempo que la calma tensa que se respira entre los taxistas de la ciudad, y también del Aeropuerto, muy celosos de proteger su negociado, derive en algún tipo de protesta, y más viendo que en la capital catalana la presión de los taxistas ha hecho huir a la multinacional y a Cabify. El embrollo es enorme. La falta de responsabilidad, la improvisación durante lustros en la regulación de los VTC y la gestión que hacen los taxistas de sus licencias y sus servicios es un cúmulo de errores donde la base y los fundamentos jurídicos dan argumentos a todas las partes. En lo de circular por la calle Reyes es difícil de saber quién tiene razón.

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