Mirada alrededor

La funesta manía de leer

Vamos a tener que traducir al lenguaje de los móviles, que sólo los jóvenes son capaces de entender, las obras literarias para que aumente la comprensión lectora de nuestros escolares

EL informe PISA 2006 es un varapalo digno de ser tenido en cuenta sobre el sistema educativo andaluz, cuyos alumnos aparecen a la cola en estimaciones como comprensión lectora, matemáticas o ciencias. Referidos a los estamentos de primaria y secundaria, podríamos ampliarlos a niveles universitarios, donde vemos -y leemos- verdaderas antologías del disparate en las formas de expresión y comprensión. En lo que verdaderamente están duchos nuestros escolares es en el uso del idioma abreviado y surrealista de los móviles. Ellos entienden perfectamente lo que no es capaz de entender ni Dios. Así que como no se les ocurran a nuestras brillantes cabezas pensantes educativas hacer traducciones de las obras de Cervantes, Lope, Unamuno, Lorca, Ayala o los más actuales y contemporáneos al lenguaje de los 'sms' vamos de donde la espalda pierde su honesto nombre, como diría un cursi del siglo pasado, en esto de la educación y la cultura que se supone son los pilares básicos donde se asienta el progreso de la sociedad. No sé en qué etapa de modernización estamos ya en Andalucía, pero algo habría que reformar en estas cuestiones tan importantes.

Sería injusto decir que a los escolares les falta tiempo para estudiar cosas tan pesadas como las matemáticas o las ciencias y, menos aún, para leer temas tan aburridos como La divina comedia o Pantaleón y las visitadoras, en vista de las horas que dedican a hablar por el móvil y redactar esos indescriptibles mensajes que sólo ellos son capaces de descifrar, y cuando son algo mayorcitos -no mucho, a juzgar por las edades en que dicen los expertos empiezan a consumir alcohol-, las que se pasan de botellón en botellón, sin tiempo de reponerse de las cogorzas correspondientes. Y digo que sería injusto y hasta discriminatorio porque sus papás y mamás, que no hacen botellón precisamente, pertenecen a la gran mayoría que no practica la funesta manía de leer y, de camino, de pensar. Las aficiones y desafecciones se transmiten de generación en generación. Tenemos una pléyade, como ninguna región, de escritores y poetas universales, de los que los valores actuales siguen sus pasos de calidad, originalidad y trascendencia. Pero ¿quiénes los conocen de verdad? Es decir, ¿quiénes han leído sus obras? Muchas veces los nombres de los Machado, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Ángel Ganivet, Francisco Ayala o Martín Recuerda nos suenan por la denominación de un centro escolar o de una calle, pero poco más.

Vivimos en una sociedad semianalfabeta, donde los potentes medios televisivos están dirigidos a idiotizar a la gente y los protagonistas suelen ser, por regla general, individuos e individuas cuyos mensajes son tan cortos y a veces obscenos como los que se reproducen al pie de la imagen para completar el proceso creativo. Fuera de lo que dicen ellos y ellas, y de lo que apostillan los comunicadores en ese peculiar lenguaje, no cabe otra realidad, salvo algunas notas folklóricas, con la que algunos canales públicos pretenden salvaguardar las señas de identidad regionales, recordando los peores tiempos franquistas

Con ese bagaje tan científico, educativo y cultural -al que, por cierto, colaboran los políticos con sus ideas y verbo pobretón, zafio y en muchas ocasiones indescriptible-, ya me dirán cómo vamos a crear generaciones con mejor comprensión lectora, por ejemplo. Incluso a los pocos que prodigan la funesta manía de leer y de pensar les cuesta trabajo descifrar los mensajes de los que hemos elegido para que nos aclaren las cosas. ¿Se arregla sólo con dinero el problema?

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