¿Hay vida ‘inteligente’?en Accua?

12 de septiembre 2025 - 03:08

Hay que reconocerle a la Junta de Andalucía y a su flamante agencia “independiente” para la Calidad Científica y Universitaria de Andalucía un talento especial: el de convertir la excelencia académica en sospechosa, el mérito en obstáculo y la lógica en un molesto ruido de fondo. Lo han vuelto a hacer, y esta vez con saña, torpeza y un cinismo difícil de disimular: han denegado hasta en dos ocasiones la implantación de los grados de Inteligencia Artificial e Ingeniería Biomédica en la Universidad de Granada, una de las universidades públicas con mayor peso académico y científico del sur de Europa. Lo que debía ser una apuesta por el conocimiento y la excelencia pública, se convirtió en un escándalo que huele más a favoritismo ideológico y servilismo a lo privado que a criterios académicos.

No deja de ser irónico que mientras Moreno Bonilla presume del liderazgo tecnológico de Granada y la proclama capital de la IA, su gobierno boicotea a la universidad que lo sustenta. La UGR ha tenido que recurrir al Consejo de Universidades estatal para que aprobara los grados que la Junta bloqueaba sin justificación razonable. Pero el daño ya está hecho: un enorme perjuicio reputacional para la universidad, una oportunidad perdida para la ciudad y, sobre todo, una injusticia flagrante para los estudiantes, que no podrán cursar esos grados hasta el curso 2026/2027.

¿A quién beneficia esta decisión? A las universidades privadas, claro. Mientras la pública se ve obligada a mendigar lo que por derecho le corresponde, la privada gana tiempo, alumnos e imagen. Y Accua, ese organismo teóricamente independiente, queda retratado como instrumento dócil de una política educativa que castiga a lo público y premia a lo privado. Esto no va solo de grados o de universidades. Va de un modelo. Un modelo que utiliza la excusa de la calidad para tapar decisiones políticas. Un modelo que habla de innovación, pero le pone zancadillas al conocimiento cuando no encaja con sus intereses. Y un modelo que desprecia a Granada mientras se llena la boca con ella.

La próxima vez que escuche a alguien hablar del “liderazgo tecnológico” andaluz, pregúntele qué entiende por inteligencia. Porque lo que ha hecho la Junta con la UGR no es inteligente. Ni artificial. Es, simplemente, una vergüenza muy real.

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