Mi iglesia de plástico

Esta construcción con aspecto de “hospital de campaña”, es un punto de encuentro de una comunidad “viva”

La primera vez que contemplé ‘La Carpa’ de la Parroquia de San Gregorio de Elvira en el Serrallo me asaltó, como a muchos otros, una única idea: esta no es una Iglesia de verdad, parece un circo. Será algo provisional. Parecía una tienda de campaña gigante, dotada, eso sí, de aire acondicionado, bomba de calor, sillas de plástico y un altar, que más parecía un escenario, en el que se distingue una pintura de lo que parece ser un “cisne”. Sin retablo alguno, decora lo que suele ser la parte más sensible de cualquier templo. No obstante, afortunadamente, me equivocaba de forma estrepitosa. A lo largo de estos últimos años, esta “iglesia de plástico”, me ha seducido irremediablemente. Esta construcción con aspecto de “hospital de campaña”, es un punto de encuentro de una comunidad “viva”. Aquí, lo mismo se celebra la eucaristía en una misa solemne presidida por el obispo, como se reúnen los feligreses para coser, practicar yoga, elaborar adornos, estudiar en profundidad la Biblia, servir de punto de encuentro para hacer senderismo, buscar ayuda para acomodar a familias necesitadas, servir como altavoz y pedir ayuda para las misiones, o realizar un concierto benéfico. En ella se reúnen un elenco de gentes de diversa índole y procedencia. Algunos con una fe, que creían ya casi perdida, pero que ha resurgido como un “milagro”, gracias a los momentos que esta comunidad comparte durante todo el año; otros que, sumidos en la tristeza, han encontrado en esta amalgama de polímero, hierros y gente singular una auténtica “tabla de salvación”, reencontrándose con una felicidad, ahora compartida. Personas de toda Granada acuden a la carpa con ilusión, adultos con muchos defectos; seguramente muy pecadores, pero con una excelsa motivación; y niños que, acuden entusiasmados a una catequesis muy participativa y divertida. Todos descubren un Jesús comprensivo que infunde valor, alegría y que quiere que vivamos, dando ejemplo de vida cristiana, pero en un mundo real, aceptando nuestras imperfecciones, recibiendo su perdón y perdonándonos a nosotros mismos, sin darnos “golpes de pecho”. Nada que ver con el Dios castigador, severo y en ocasiones tenebroso, que me enseñaron en mi niñez y adolescencia. Dice Jesucristo: “Vosotros sois el templo, sois mi Iglesia”. Por eso, mi Parroquia no necesita vidrieras de colores, bóvedas de piedra o ladrillo, ni un retablo de madera enriquecido con oro. Le basta esta gran comunidad que palpita día tras día.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios