HAY días que se me van en buscar inspiración para mis chapuces. Al cabo, un columnista es un chapucero y yo, siguiendo el ejemplo de Julio Camba, hago siempre la misma faena, lo reduzco todo a 25 líneas. ¿El optimismo morboso de Rajoy? Veinticinco líneas. ¿Las encuestas convertidas en armas electorales? Veinticinco líneas. ¿Los datos oficiales sobre el paro, de los que una mitad es mentira y la otra no es verdad? Veinticinco líneas. ¿Los ERE como una radiografía de la concentración del poder andaluz en Sevilla y su hinterland? Veinticinco líneas. ¿El prodigioso instinto de supervivencia de Luis Salvador's? Veinticinco líneas. ¿La muerte de un torero? Veinticinco líneas. ¿Que el que muere es el toro en Tordesillas? Lo mismo, veinticinco líneas. La muerte todo lo iguala; yo, también. El caso es que nunca he compartido la idea de Picasso de que la fórmula del genio se compone de un 10% de inspiración y un 90% de transpiración. Es que me siento a escribir y puedo tirarme, como Juan García Montero, once años desde que se ocurre una idea, el Premio de Poesía Federico García Lorca, hasta que se me arrima otra, la capitalidad cultural europea de Granada en ¡2030!

A mí, la verdad, la inspiración nunca me sorprende trabajando. Ni la inspiración ni nada, trabajando lo que me viene es la expiración. Yo soy, como dice César González Ruano de Julio Romero de Torres, "un gran cansao", y sé por la Biblia que el espíritu sopla donde quiere y que Pablo de Tarso tuvo que caerse de un caballo para ver a Dios y 'fundar' el cristianismo. Y por Pitigrilli que Bizet contemplaba unos guantes en un escaparate cuando el dependiente le preguntó "¿Qué busca?". "Busco el final del segundo acto de Carmen", contestó. Y que a Ronstand se le ocurrió Cyrano de Bergerac mientras trataba de reescribir las torpes cartas de un apuesto joven enamorado que conoció en un jardín de Luchon. Y que Onetti escribía en la cama. Si hasta a Stevenson se le representó por primera vez el doctor Jeckyll desdoblado en mister Hyde mientras sufría una pesadilla. No voy a ser yo menos. Esta columna se me ha ocurrido en plena siesta, mientras hacía un reset obsesionado por la falta de inspiración. Paco Umbral habría dicho que he tardado en escribirla 57 años. Y que me paso el día faenando, persiguiendo hasta la extremaunción una noticia, un dato, una frase, una metáfora. Hala, veinticinco líneas. ¡Qué vergüenza!

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