LA pasada semana fui testigo, no sin asombro, de la paradoja de que la noticia del anuncio de un primer paso para la firma de un acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, era noticia menos destacada en Colombia que en los medios de gran parte del mundo. Mientras tanto los medios colombianos colocaban en lugares más señalados en sus portadas el resultado del partido jugado por la selección cafetera en la Copa América.

Vivimos momentos realmente singulares. En el terreno político la izquierda retrocede por todas partes al no saber cómo enfrentarse al pragmatismo neoliberal que nos invade. Todo el mundo entiende la necesidad de sensibilidad social a manos llenas en la acción política, pero el votante medio echa mano de su utilitarismo consumista y termina votando masivamente a quien le garantiza crecimiento económico aunque sea sin equidad y con corrupción. Quizá por eso el mismo día que Timochenko, líder de las FARC, anunciaba que había dado la orden a toda la estructura guerrillera de que se habían acabado los cobros de extorsiones y los reclutamientos, Pablo Iglesias, líder de Podemos con Izquierda Unida en su interior, anunciaba que debían dejar de ser 'partisanos' para transformarse en un 'ejército regular'. Dos pequeñas evidencias de cómo la izquierda empieza a convencerse de que llegar al poder exige abandonar algunas de sus señas de identidad aproximándose a los postulados neoliberales, en particular a los que se relacionan con la necesidad de asegurar a la sociedad el crecimiento económico. Si, como parece, la masa de votantes está en las clases medias, no es probable que haya otra opción que concurrir a las elecciones con programas políticos que prometan niveles de consumo como los que esas clases medias ambicionan. Como dijo Rafaelle Simone en su obra El Monstruo Amable: "¿Cómo es posible que una multitud distraída por el deseo de consumir,…, solicitada por móviles egocéntricos y vagamente prepotentes, atascada en sus imaginaciones de futuro, pueda concentrarse de verdad en algo que se parezca a los 'ideales de izquierda'?". Lo malo es que el votante parece preferir un político desalmado, creyente del neoliberalismo, a un político creyente del interés general. "Los pueblos están menos dispuestos a las revoluciones a medida que entre ellos se multiplican y diversifican los bienes muebles" (A. Tocqueville).

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