Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Las elecciones son prístinas aguas de fuentes que brotan de las capas freáticas de la libertad y la soberanía populares, la igualdad entre desiguales (¡toma miel de ojana!). Exacerban la fraternidad pandillera, con sus insoportables cariños. Y raciones de gambas al ajillo, coquinas bravas y chocos fritos; esto es: blablablá. No me lo tomen como cinismo, me refiero a los siguiente: es que se acerquen las elecciones y que revienten los púlpitos laicos, las soflamas y proclamas, el bandereo y el banderismo, los abrazos que serían puñales; cosas menores como los códigos de etiqueta para los mítines y el pastón de origen público que se gasta en las campañas. Y las tremendas trolas. Las elecciones son cada cierto tiempo, y en ocasiones casi se solapan y se suceden.
Dicen que dijo Pla un verano de 1954, al ver Manhattan, aquello de “¿y todo esto... quién lo paga?”. Cabe decir sobre esta política eso, de dónde sale tanto; y, del tirón, “¿y ustedes cuándo trabajan?”. Con la profusión de sondeos, uno no ve que haya mucho tiempo que dedicarle a lo ejecutivo y a lo legislativo: unos en Moncloa (PSOE), otros en las capitales autonómicas (PP más que nada).
Antes de las elecciones, muchos meses de precampaña y campaña. Después de las votaciones, las negociaciones con quien haga falta y con los nacionalismos con las cejas levantadas, la mano puesta y el bolsillo cachondo. Y “luego después”, a darle a cada uno lo suyo... y a darse mojadas costaleras intrapartido para dilucidar qué hay de lo mío y qué de lo tuyo. El tiempo es el que es, no se estira. ¿Cuándo trabajan, con tanto trajín que a la gente de a pie le importa un bledo, si es que no la subleva y saca de las casillas, como a servidor, que está echando muy mal genio?
Se acercan las andaluzas. Nos queda un embarazo hasta junio próximo. En Málaga el otro día, en la correspondiente tarima costeada y ante sus fieles, el presidente Sánchez asegura que va a reconvertir 53.000 viviendas turísticas en viviendas para jóvenes. Revocando un Registro Central. Dos cosas. Una, nuestro poliedro gubernamental de cuatro niveles (UE incluida) no permite conejos de chistera en este asunto: ojalá. Segunda, los dueños de las viviendas tendrán algo que decir, y en su desprecio, la Justicia. Pero, ¿será por decir? No hemos hecho más que empezar, señoras y señores.
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