Recibir, encajar, ser el blanco de todas las acusaciones... en definitiva, ser la percha de los palos. Así deben sentirse aquellos que están en el punto de mira, que están en donde otros quieren estar, los que ocupan un lugar que muchos desean, como por ejemplo, el sillón de la Alcaldía de un Ayuntamiento. Ocupar este lugar, en ocasiones, puede ser algo de lo más tranquilo, siempre que se cuente con mayoría absoluta, aunque la oposición de vez en cuando haga de las suyas. Pero estar ahí, haber llegado con pactos mal avenidos y que tus socios te pongan palos en las ruedas, no debe ser plato de buen gusto. Independientemente de quien esté en lo cierto, aguantar carros y carretas, palabras de descalificación que a veces rozan el insulto, pueden hacer perder la paciencia al más pintado. Sin embargo, hay personas que parecen encajar esta situación con total normalidad o, al menos, aparentar que esto es así. Hay personas que, aunque reciban una tunda apoteósica, no pierden las compostura. Hay personas que son capaces de dar la réplica sin malas palabras.

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