La colmena

Magdalena Trillo

La moda hipster en política

QUE lo hipster esté de moda no es casualidad. Que un gobernante se haya atrevido a poner en marcha una web para rectificar 'oficialmente' a los medios tampoco. Lo de Versión Original es pretencioso, legítimamente criticable para quienes seguimos creyendo que el buen periodismo no es un espejismo vintage y ha surgido claramente a la desesperada como una clara cortina virtual conla que difuminar el absoluto desconcierto, contradicciones e incoherencia con que los 'emergentes' han estrenado poder en las principales ciudades españolas.

Pero, si bien el primer problema de la nueva política es propio, el segundo es inducido. Estratégicamente fabricado. Madrid y Barcelona se han convertido en los dos grandes laboratorios de gobierno hipster para Podemos. Dejando a un lado las siglas y confluencias interesadas con que el partido de Pablo Iglesias ha ido sorteando hasta ahora las diferentes convocatorias electorales, era más que previsible la enorme lupa con que mediáticamente se iba a diseccionar la llegada al poder de la "gente". Manuela Carmena y Ada Colau tienen más focos sobre su gestión que cualquier alcalde precedente. Los motivos son también dos: las excesivas expectativas depositadas en el valor del "cambio" -cuando las ideas chocan con el pragmatismo de la burocracia y el inmovilismo de la rutina llega la sobredosis de frustración que, por ejemplo, empieza a sufrir a diario Kichi en Cádiz- y las consecuencias de sus experimentos: después de año y medio reservando la marca de Podemos para "asaltar el cielo" en noviembre, lo que realmente podremos ver en las elecciones generales es hasta qué punto está tocado el bipartidismo y hasta dónde llegarán las amenazas de miedo hacia la "izquierda radical" con el oportuno antimodelo de Grecia todavía en la retina.

El termómetro tendrá una primera lectura nacional, pero también regional y local. La fragilidad con que se han terminado conformando las instituciones tras el 24-M deja abierta la puerta a ruptura de alianzas y mociones de censura que, de cara a la aprobación de los presupuestos de 2016 como instrumento ineludible de gobierno, determinarán la foto política a partir de enero. En Granada, donde la interinidad de Torres Hurtado está cada vez más difuminada, parece que ocurrirá todo lo contrario: del gélido deadline de noviembre se ha pasado a una resignación generalizada a dejarlo estar. Y no porque Ciudadanos diga que "ahora no toca este debate", el propio alcalde deslice que su compromiso con el electorado es "para los cuatro años que dura el mandato" y su número dos en el Ayuntamiento y jefe provincial haya decidido no interferir una vez asimilado el duro batacazo de mayo. Los juegos de poder se configurarán, como siempre, a partir de la fortaleza que den las urnas.

Los datos internos del PP hablan ya de clara remontada. Con todo un verano de por medio, el desafío de las catalanas en septiembre y la volatilidad e incertidumbre con que evoluciona la intención de voto, son conscientes de la extrema prudencia con que han de analizar sus datos internos. Aun así, lo que hoy empiezan a vislumbrar es, por un lado, un doble efecto boomerang y dominó del gobierno de los "radicales" en Madrid y Barcelona (de descontento creciente y de impacto contagioso) y una cierta reconciliación con su electorado que confían en transformar en voto masivo tras los tres severos castigos consecutivos recibidos en las convocatorias del último año. Muchos de los que se quedaron en casa volverán para frenar la previsible alianza PSOE-Podemos y los que se fueron a Ciudadanos, también. Sus datos internos apuntan a una posible pérdida de escaños de casi la mitad en apenas tres meses (de unos 35/40 a apenas 20). Con tal horizonte, y en un escenario de voto donde la actual ley electoral beneficiará ampliamente a populares y socialistas, el partido de Albert Rivera puede que en Andalucía sólo consiga rascar dos escaños (en Málaga y en Sevilla) y deje más que tocadas las altísimas expectativas de la formación en otras provincias como Granada donde precisamente se juega el puesto de congresista Luis Salvador.

El salto al vacío o lo menos malo. De esta forma tan gráfica se ve desde el PP la disyuntiva para las generales y, probablemente, con el mismo sentimiento funcional se terminarán abordando casos abiertos como el de Granada. En resumen, que si los astros no se alinean en contra, a Torres Hurtado no lo moverán tal fácilmente del sillón.

Seguro que en este punto termina pensando igual que yo… Tanto para nada. O peor aún: tanto para lo mismo… Si lo piensan, la nueva política está usando los mismos recursos fáciles que utiliza la industria de la moda: tiramos de catálogo y actualizamos, buceamos en las pasarelas de hace equis años y lanzamos propuestas teóricamente rompedoras que acaban determinando el corte del vestido que estrenará esta noche, el color de la corbata del próximo alcalde y hasta el largo del bañador. Las modas sociales no son diferentes. Ser hipster, hoy, es volver a lo vintage, lo alternativo y lo independiente. Vestir extravagante, escuchar a Bob Dylan, usar mucho las redes sociales y predicar contra las modas, paradójicamente, creando moda. Los pobres son pobres de verdad; los hipster tienen que tener mucha pasta para (sólo) parecerlo.

Las tendencias políticas van por el mismo camino. Pero aquí la preocupación debería ser mayor. Es la frivolidad y la pérdida de valores lo que se está expandiendo como una imparable mancha de alquitrán. Ahora que tan de moda está Grecia igual no está de más completar alguna tarde estival recurriendo a uno de sus (nuestros) clásicos. ¿Matar a Sócrates? Es el nombre del ensayo que acaba de publicar Gregorio Luri preguntándose por el legado del filósofo griego: ¿estamos en una sociedad donde lo nuevo ha sustituido a lo bueno en el nuevo orden de nuestros valores? Contéstense pensando que es "diálogo" y "debate" como llamamos a lo que hacemos en Facebook…

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