Quousque tamdem

Luis Chacón

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En noviembre, la libertad

Primero se es demócrata y después conservador, democristiano, liberal, socialdemócrata o socialista

Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de acero". Esta frase de Churchill, pronunciada en 1946 en el Westminster College de Fulton, consagró el concepto que definió la guerra fría. La garra soviética asió con fuerza el este de Europa y lo sumió en un infierno dictatorial y liberticida de casi medio siglo. El conflicto afectó a los cinco continentes y no permitió neutralidades o tibiezas. Berlín Occidental era un enclave incómodo para la Unión Soviética que no podía permitir ese islote de libertad y democracia dentro del inmenso gulag que fue su zona de influencia. En 1948 intentó ahogarlo con un bloqueo económico. Lo salvaron los Aliados gracias al arriesgado puente aéreo de casi un año que impidió el colapso de la ciudad. Lo que nadie previó es que en una noche de agosto de 1961, los comunistas encerraran tras un muro de 150 kilómetros a toda una ciudad. En una muestra de humor grotesco le llamaron Muro de Protección Antifascista. La historia, más clara, lo conoce como Muro de la Vergüenza.

La descomposición del bloque soviético era evidente desde principios de los ochenta. El edificio se caía a pedazos. Los gobiernos, gerontocráticos y anquilosados, se aferraban a un mundo inexistente y cercenaban toda libertad mediante violentos estados policiales. La pésima situación económica y la ausencia total de expectativas de mejora hicieron el resto. La caída del Muro fue el colofón de un verano en el que Hungría hizo de espita al ansia de libertad de los alemanes del este. Pero la historia recogerá siempre que la espoleta que lo desencadenó todo fue la respuesta de un oscuro cargo del Partido Comunista de la RDA a un periodista. Le preguntó desde cuando se liberalizaban los viajes, contestó "de inmediato" y los ciudadanos se lo tomaron al pie de la letra.

Pensamos que la libertad y la democracia serían eternas. Nada fue tan idílico pero aquí estamos. Aún hay en la izquierda quienes defienden aquellas dictaduras porque las creen más cercanas a su ideal de sociedad. No se es demócrata por declararse antifascista. Un demócrata es primero demócrata y después conservador, democristiano, liberal, socialdemócrata o socialista. Defender una dictadura, siquiera por estrategia, es inmoral. Más cuando no se sufre y se disfruta de las amplias libertades de la democracia liberal. Entonces, además, es profundamente hipócrita.

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