Señales de humo

josé Ignacio Lapido /

La nueva sentimentalidad

AL igual que el movimiento poético que nació en Granada a principios de los 80 del pasado siglo, la nueva izquierda española del XXI oscila entre el marxismo y el psicoanalismo. Una suerte de dialéctica entre la lucha de clases y las pulsiones eróticas ocultas que nos ha ofrecido esta semana en el Congreso un repertorio gestual que ha ido de los puños en alto a los besos en la boca.

El propio nombre de su líder ya nos retrotrae a un pasado con connotaciones edípicas en el que no es difícil encontrar tensiones, sexuales o revolucionarias, no resueltas. Hasta Sigmund Freud concluiría que un líder que se llama Pablo Iglesias tiene la obligación de matar al padre. Y somos testigos de que lo ha intentado en las sesiones de investidura a base de graves acusaciones por un lado y de invitaciones al fornicio parlamentario por otro.

Podemos no es un partido convencional. Su propio origen, entre tertulias televisivas y asambleas universitarias, nos da pistas de la dualidad teórica y sentimental en la que se mueven con soltura. Podemos, como Iglesias y Monedero se han encargado de definir, "es una fábrica de amor". Así las cosas, no nos debe extrañar esa estrategia aparentemente contradictoria que despliegan sus dirigentes, queriendo ser socios de gobierno con un partido, el socialista, al que han tachado de ser la casta y el bunker, es decir, de ser lo peor. Ya sabemos que el enamoramiento es un estado de locura transitoria en el que la razón se pliega a los sentimientos. Y los arranques sentimentales de los dirigentes de Podemos van de traerse un bebé al hemiciclo para darle potitos a loar la figura de Otegi como mártir de la libertad de expresión. De derramar lágrimas en recuerdo del comandante Chávez a acusar a Felipe González de tener las manos manchadas de cal viva.

Hasta ahora, el sentimentalismo en política estaba representado en su grado máximo por los nacionalistas. Tal vez los deseos de transversalidad de Podemos les han llevado a querer ocupar ese espacio donde se conjugan las enseñanzas de El Capital con las de las novelas rosas de Corín Tellado. Se ve que la revolución no está reñida con la cursilería.

"Fluye el amor y la pasión en la política" dijo Iglesias antes de votar no a la investidura de Sánchez. Y le emplazó a continuar el tonteo después. La primera oferta de gobierno conjunto, en la que le cedían generosamente el Ministerio de Agricultura al PSOE, más que una declaración de amor, fue una declaración de guerra. El beso que le quiere dar Iglesias a Sánchez no es el de la famosa escultura de Rodin ni tan siquiera el de Judas, es el beso mortal con lengua de Alien. Aún así ambos tienen intención de seguir pelando la pava. Eros y Thanatos en el parlamento.

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