El termómetro

ENRIQUE NOVI

¿Y las ordenanzas?

ASÍ es Granada. Primero te mata y después te condecora". De esta brillante forma concluía ayer Cambril su artículo sobre Granada Ciudad del Rock. Sin su talento ni su estilo, servidor publicó un análisis en la misma línea el día previo. He recibido infinidad de adhesiones pero también respuestas contrarias a mi postura, calificada de extrema y parcial. Habrá que dar un voto de confianza y esperar a que fructifique, dicen. Sin ánimo de redundar, sintetizaré en 3 puntos mi convencimiento de que la iniciativa es pirotecnia destinada al autobombo de una corporación moribunda.

El 1º va en la naturaleza transgresora y contestataria del rock. No conozco un solo movimiento o escena influyente en la historia del rock que haya florecido al amparo de la oficialidad. Al contrario, las más vigorosas surgieron como respuesta a sociedades opresoras, adormecidas, desiguales o intolerantes.

El 2º se basa en 30 años de utilización partidista del ocio nocturno, siempre usado como arma electoral para atraer el voto del sector más inmovilista. La mano dura contra los bares y sus parroquianos, bohemios y gente de mal vivir, siempre funciona. Alguna de las leyes que han servido para cerrar bares y arruinar a propietarios y trabajadores llevaban en su propia denominación la expresión "contra el ruido". Eso ha sido hasta ahora para ellos el sector de la música en directo, molesto ruido. ¿Por qué habría de creer en la repentina conversión de un concejal que solo ha tenido oído para las bandas de cornetas de semana santa? Recuerdo las primeras medidas que tomó el equipo de Pepe Torres el otoño de 2003, con el brazo ejecutor de J. A. Mérida en la concejalía de Medio Ambiente. Aquel Ayuntamiento aplicó a sangre y fuego un cambio legislativo que reducía de un día para otro el horario de apertura de los bares, y que aprobó sin consultar al sector, desde entonces regulado por infinidad de leyes y normas obsoletas, delirantes y muchas veces contradictorias. Mérida afirmó entonces que "más de 60 locales tendrán que cerrar", aunque finalmente solo Planta Baja, con una sanción de 30.000 euros, y La Tertulia, curiosamente dos emblemas culturales de la ciudad, tuvieron que hacerlo. Se quiso hacer política ejemplarizante y de escarmiento. También se pueden encontrar declaraciones de entonces de García Montero proponiendo una flexibilización de los horarios. Han pasado más de doce años de eso y nunca se han modificado.

Aquí llega el tercer y más importante de los puntos. Empezaré a creerme tan buena voluntad cuando modifiquen uno solo de los reglamentos que se dictaron para constreñir al sector y tenerlo agarrado por el sitio por el que agarra el paciente al dentista del chiste, y no a entregar condecoraciones.

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