Vamos a descubrir, ya casi transcurrido una cuarte parte del siglo en curso, que todos los males endémicos de esta nación, llamada Reino de España, tienen su malévola semilla en los últimos años de la dictadura que mantuvo atados a los españoles durante cuatro décadas del pasado siglo.

A esa conclusión parece que llegan algunos que solo conocen al dictador por los libros (y de perfil) pero que en la línea del revisionismo en moda indican que aquello del desarrollismo de los 60, con sus playas llenas de suecas que enseñaban la patilla, y todo lo demás que incluyó construir hoteles, paradores y apartamentos, en definitiva, todo aquello salvó al dictador para que se mantuviera en el poder hasta morir desangrado en su cama.

Desde entonces parece que España se convirtió en el Edén del turismo y por supuesto de los servicios. Lapidaria frase de aquel secretario de estado estadounidense que certificaba que España era un gran país de camareros.

Y así parece que continuamos aunque llegara la democracia, organizáramos expos, mundiales y olimpiadas. Seguimos siendo los camareros de Europa, el lugar donde vienen a tomar el sol los jubilados del norte. Y ahora que no pueden venir, nos damos cuenta que llevamos medio siglo desaprovechando el potencial humano, inclinándonos al norte y preguntando: ¿Qué le sirvo Mr. Marshall?

Va a resultar que la culpa la tienen los guiris, los holandeses y las suecas que ya no vienen a tostarse, porque ni las dejan salir y además han descubierto que el sol produce cáncer de piel, y encima piden que ajustemos nuestra economía de servicios para poder sobrevivir.

Decía una de mis abuelas que "a cualquier porquero lo hacen tesorero", refiriéndose a lo mal gobernado del país en sus tiempos, a principios del pasado siglo. Deberíamos pedir perdón a los cuidadores de cerdos, si alguno queda, si tuviéramos que compararlos con los gestores políticos actuales, vista su capacidad de pactar algo de interés general para el Reino de España y sus autonomías, y si acaso cambiar el rumbo económico. Por ser optimistas, ahora nos dedicamos a formar a nuevas generaciones de camareros más refinados; exportamos master-chefs, el sueño de todos los niños y niñas, como si generar menús de diseño fuera el futuro de nuestro país. Menús que deberían estar nacionalizados, por supuesto.

Quizás tengamos que seguir conformándonos con servir nuestra magnifica cocina y continuar como camareros de Europa mientras nuestros políticos se siguen tirando los cacharros a la cabeza. Vale.

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