El patinete de Cesareo

14 de septiembre 2025 - 03:09

Supe de una señora que censuraba a su sobrino que pedaleara, en vez de luchar en atascos y meter marchas en un vehículo a cuatro ruedas que nunca usan cuatro viajeros. Cuando su propio hijo, primo del rojete, vio la luz de la bici, ella se hizo fan de la cosa. La bici había sido cosa de niños y de pobres, o de ciclistas de equipo con el tubular terciado y la gorrilla del KAS con visera levantada.

De eso hace ya años, y el partido promotor de la –aquí– revolucionaria forma de transporte urbano no fue otro que Izquierda Unida. Al César lo que es del César: el carril bici que acabó siendo masivo, saludable e interideológico fue cosa de asociaciones avanzadas e incomprendidas, y de partidos bisagra (aquella IU, en el Sur) que apoyaron su propuesta de movilidad: “Carril Bici Ya”. Después, vinieron los patinetes. Sí, van a motor: ya muchos velocípedos van con baterías. Son instrumentos de transporte indispensables para apaciguar el imperio del coche. Y diremos para quiénes, según uno va viendo.

El chaval de Bucaramanga, Colombia. Se ha venido desde su tierra, con disimuladas pena y necesidad. Y un par. Lo hizo; otros no tuvieron su arrojo. Es encargado de un bar en un sitio pudiente. Que le queda a un atlántico de distancia de su barrio, antes obrero y ya del todo periférico. Allí es donde puede alquilar una habitación: gana lo justo e injusto; lo que hay. Eficaz el tipo, dulce como sus paisanas camareras o limpiadoras, cuando cierra el establecimiento y hasta llegar hasta donde vive va una singladura en bus, si existe. Metro en Andalucía no hay, casi. Invirtió la mitad de su sueldo en un patín.

Creo que con la brisa de la mañana y la de la noche, un día tras otro y según cuadrante, en su ida y vuelta en patinete él siente cierta libertad. Macarras los hay en coche y moto, bus urbanos tocando el claxon a las primeras de cambio; ciclistas y peatones imbéciles. Y patineteros para chocarlos. Mas el patín es verdaderamente inclusivo. ¿Está usted cerca de sus padres, hermanos y parientes? Ellos, no. Y trabajan para nuestro solaz. (De los menas que hable otro.) Cesáreo añora su patria; seguro que va a ayudar a mi pensión. De América –y no sólo– llegan los osados. Y hablan un español que ya quisiéramos. Melancolía. Integración. Ojalá no quieran volver. Ojalá que puedan.

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