Está ya dicho y más que dicho que Granada es la ciudad que entierra sus ríos y mata a sus poetas. Lo dijo Enrique Morente, uno de los últimos grandes referentes de la cultura a nivel local. Pero Granada, quizás como el resto de lugares, tampoco es una ciudad demasiado preocupada por su patrimonio. Un ejemplo es lo que ocurre en La Azucarera de San Isidro, ese complejo industrial abandonado que forma parte de la historia sentimental de la ciudad y que a más de un granadino que le tocara la Primitiva le gustaría convertir en un espacio digno de una ciudad que dice ser cultural y aspira incluso a serlo más que nadie en Europa. La cuestión está en que ha pasado gobiernos municipales, uno detrás de otro, y nadie ha reparado en símbolos como La Azucarera. Cambiando de tercio pero siguiendo con diferentes ejemplos sobre lo poco que se cuida el patrimonio local, es curioso como tampoco la ciudad ha puesto demasiado énfasis en que el Instituto Padre Suárez sea distinguido con la Medalla de Andalucía en su 175 aniversario. Al parecer, era más pertinente la 'pelota'. Otro día se hablará de lo de desperdiciar patrimonio humano.

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