En este caso la piña no estaba en el fondo del mar, aunque la situación surrealista sí parece sacada de un capítulo de Bob Esponja. La piña, como se llama en el argot policial a las granadas de mano usadas durante el conflicto bélico mundial, se encontraba en un paquete postal. Menos mal que los trabajadores del Centro de Tratamiento Automatizado de Correos en la Avenida de Pulianas detectaron en el escáner la 'carta bomba' -en sentido literal y figurados- y dieron parte a la Policía que finalmente resolvió el entuerto descubriendo al iluminado al que se le ocurrió enviar dicho paquete y descubriendo que la granada no tenía carga explosiva. Una anécdota y algo más que demuestra que vivimos en un mundo lleno de disparates en el que, afortunadamente, tenemos que agradecer el trabajo de muchos profesionales de diferentes colectivos. Como los del centro provincial de Correos, que nunca cierran la persiana y además colaboran con las fuerzas del orden en un caso que podía haber sido más grave. Todo quedó en un susto. ¡Amén!

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