Francisco Cuenca tiene la difícil labor de devolver la cordura a la ciudad, sacarla de la actualidad nacional por sus guerras y restañar la herida abierta entre la clase política y los ciudadanos, que estos días han llegado al hartazgo más absoluto. Sus primeras palabras y primeros pasos parece que han ido en ese dirección. No sólo ha ofrecido al resto de partidos políticos (salvo a Vox, donde tiene una clara línea roja) la posibilidad de llegar a acuerdos para asuntos importantes de la ciudad, que es algo bastante recurrente en un mandatario que se sabe en minoría, sino que ha llegado a ofrecer sillones en su gobierno. Pide a todos los partidos unidad para salir de esta situación de parálisis por las batallas libradas en el bloque de la derecha. Cuenca ha recogido los frutos de una guerra, la que libran PP y Cs, hasta ahora aliados. El primero pretende destruir del todo al segundo, pero sin contar con que aún necesita sus apoyos en muchos lugares de España, como era el caso de Granada, para mantener el poder. Los populares parecen haber pensado que para poca salud, ninguna. Es decir, que si no tenían la Alcaldía, casi mejor perderla del todo.

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