La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿De qué progreso hablamos?

Entre las condenas de Galileo o Servet y el sometimiento ciego a lo que algunos creen progreso está la ética

No se puede frenar el progreso", ha dicho el biólogo molecular ruso Denis Rebrikov, que desarrolla un proyecto para manipular genéticamente embriones humanos. Se puede estar o no de acuerdo con su afirmación según lo que se entienda por progreso. Pensemos en la ciencia, símbolo mayor del progreso humano en los dos últimos siglos. Ha tenido la habilidad de celebrar sus extraordinarios logros, que tanto sufrimiento han evitado y tantos millones de vida han salvado, y a la vez hacer olvidar que también tienen que ver con ella muchas atrocidades que tanto sufrimiento han causado y tantos millones de vidas han costado. A lo que hay que sumar la degradación medioambiental. Los científicos se han defendido achacando a los poderes económicos, políticos y militares los males causados por el mal uso de sus hallazgos. Como si la ciencia fuera algo puro y sustraído de toda responsabilidad.

Todo depende de a qué se llame progreso. El mismo premio Nobel Fritz Haber que investigó sobre los fertilizantes nitrogenados fue el padre de la guerra química; el mismo ingeniero Von Braun de los proyectos espaciales de la NASA fue el SS que fabricó con mano de obra esclava los cohetes V2 para Hitler; el mismo premio Nobel Werner Heisenberg del principio de incertidumbre fue el físico que lideró el proyecto de la bomba atómica nazi. El cambio climático, Hiroshima y Nagasaki, la eugenesia, la contaminación, el Zyklon B de las cámaras de gas o las armas más letales y sofisticadas algo tienen que ver con la ciencia, ¿o no?

Siempre son los intelectuales quienes cargan -literalmente- con los muertos. Evidentemente tienen sus responsabilidades. Escribe Christian Ingrao, autor de "Creer y destruir. Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS": "Si examinamos las masacres de la historia reciente veremos que hay intelectuales bajo el felpudo". Pero también hay científicos bajo él. Y siempre se van de rositas porque, a diferencia de los intelectuales, son útiles. Nunca se perdonó a Heidegger su breve adscripción al nazismo, pero Von Braun -el del trabajo esclavo y las V2- fue codiciado por rusos y americanos, y una de las figuras más admiradas de la América de los 50. Lógico. Heidegger hacía filosofía y Von Braum, cohetes.

Entre las condenas de Galileo o Servet y el sometimiento ciego a lo que algunos consideran progreso está la ética, que la ciencia no puede ni debe ignorar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios