Mujer de su casa, madre, dócil, dependiente, sin voz, objeto de deseo, concubina, santa, monstruo, sumisa, puta. Pero siempre en segundo plano. Así se ha retratado a la mujer en el arte, la literatura y los libros de historia. Durante siglos, el sistema ha configurado y perpetrado unos estereotipos femeninos que no tienen nada que ver con la realidad en muchos casos. Los hombres han tenido buena parte de culpa, dado que son los que pintan a estas mujeres, los que las describen en sus novelas o los que deciden borrarlas de la historia. Es el patriarcado, amigas. Por eso es tan valioso el trabajo de Ángeles Agrela, que desde ayer expone sus bellas durmientes en el Centro cultural CajaGranada. Bellas durmientes como en el cuento con una actitud pasiva o contemplativa: tumbadas, dormidas, recostadas. Las mismas que miran al espectador y lo interpelan. ¿Dónde están las pintoras en los museos? ¿El modelo femenino impuesto por la publicidad y las redes tiene que ver con la realidad? Agrela se apropia de los códigos del lenguaje más clásico a sabiendas que dinamita el patriarcado desde dentro, de manera subversiva.

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