El quiosco no cierra

En el mundo del internet y de todo lo que parecía el futuro, resulta que el papel sigue siendo necesario

Querido lector: gracias por estar ahí, gracias por la aventura de ir a comprar este diario, cualquier diario, gracias por no olvidar que estamos abiertos. Pudiera ser, como es mi caso, que la única salida que realice en el día, sea esta, sea la salida a comprar la prensa en papel. En casa nos repartimos las tareas y no vamos juntos a nada. Uno a por el pan, otro por la lechuga y yo por el periódico diario.

Lo vengo haciendo desde que tengo memoria, era el encargo matutino de mi padre, siempre ocupado en su taller de sastrería. Y luego lo leía en la sobremesa, quedaba dormido con los dedos manchados de tinta.

Ahora es José Miguel, en Fontiveros, quién cada día me saluda, con frío o calor o lluvia. Y antes no puedo olvidar a Paco y su hijo en la plaza Trinidad, a Flora en sus Lapiceros y otros tantos ocasionales que tan solo cerraban en los tres días al año en que la prensa escrita no se publica.

Y en el actual estado de alarma, con la gravedad sanitaria tan aguda que vivimos, los quioscos de prensa se consideran un servicio esencial para la ciudadanía (artículo 10.1 del Real Decreto por el que se declara el estado de alarma) y se les permite su apertura, mientras que muchas otras actividades quedan cerradas. Con las adecuadas precauciones de higiene, cada día puedo comprar mi diario. Entiendo que si la autoridad competente me pregunta por la calle podré decir que voy a comprar la prensa. Y será fácil demostrarlo.

En el mundo de las redes, del internet y de todo lo que parecía el futuro, resulta que el viejo o nuevo quiosco de prensa y papel sigue siendo necesario. Ese quiosco que queda como una isla de cultura y reflexión, como un oasis en el desierto del pánico, gracias José M. por la idea.

Contra ese pánico e histeria vivida en algunos supermercados recomiendo leer pausadamente las hojas de la prensa, reflexionar sobre todo lo que se escribe en ella. Esto no se escribe a golpe de "tuit". Lo impreso requiere reflexión, no está exento de error, por supuesto; pero sobrevive por su poder cotidiano.

Saldremos de ésta, por supuesto, y saldremos más fuertes y valorando lo esencial. Dándonos cuenta de qué es lo importante y qué lo superfluo. Mientras espero poder apretar la mano de mi quiosquero, recojo la prensa. El quiosco está abierto. Vale.

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