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Mikel Lejarza
La Traca Final
Hubo un rector de la Universidad de Salamanca –antes de Miguel de Unamuno– que en otras trincheras, las que estaban enfrente de las tropas napoleónicas, en Cádiz, se esmeraba en la redacción de la que fuese primera Constitución Española, aquella que por el día de su promulgación, fue llamada la Pepa y que, nada más llegar Fernando VII de su cautiverio francés, dejando de ser El Deseado, se convirtió en feroz felón y dictador, fusilando sin misericordia a todo el que pronunciase y se atreviera a predicar la palabra “libertad” en cualquiera de las manifestaciones intelectuales de los ciudadanos españoles. Ese rector de aquella antigua y tan sabia casa de estudio salmantina se llamaba Diego Muñoz-Torrero y Ramírez Moyano, quien, siendo sacerdote, intervino, decisivamente, en la inclusión constitucional de la libertad de imprenta y su esfuerzo contribuyó y no poco, para la abolición del tribunal de la Inquisición que, hasta bien entrado el siglo XIX, se esforzaba en proseguir implantado en España, para condonar la libertad de pensamiento, opinión, expresión y hasta de difusión, de palabra y a través de la imprenta.
Así como el pobre y sabio Muñoz-Torrero, que había nacido en Cabeza de Buey en 1761, hubo de morir en el exilio (Oeiras e São Julião da Barra, cerca de Lisboa, el 16 de marzo de 1829) por su empeño en la defensa de las libertades individuales, misma causa por la que nuestra Mariana de Pineda, fue ejecutada con garrote el 26 de mayo de 1831. Desde aquellos que parecen lejanos tiempos, pero que distan sólo dos centurias escasas, a este tiempo en que España goza de un inteligente y libertario presidente que, en su denodado empeño por facilitar la felicidad pública, que diría el Jovellanos que servía de ministro a Carlos IV, ahora, para más de izquierdas parecer –pero sólo parecer– anda este presidente sin palabra en la convicción de que hay que tramitar –y cuanto antes– una ley que limite, entre otras libertades, la de informar y por ende, el derecho a ser informados de todos los ciudadanos que, con este socialismo fake imperante, vemos cada día la Constitución más constreñida, recortada, modificada por medio de sucios subterfugios que roban al conjunto de los españoles el derecho a ser nosotros y sólo nosotros, los que queramos y podamos modificar la aún vigente Carta Magna de 1978.
Los periodistas que, aún siendo muy muy jóvenes, fuimos perseguidos en los años de la Transición y nos sentaron, injustamente, en los banquillos de acusados, en aquellos juzgados de entonces, en los que aún sonaba a delito la palabra “Libertades”, sufrimos de nuevo, por este modo de desgobierno carcoma “sanchista”, aquellos miedos que ya padecimos –y que vencimos– aunque, ahora, los comenzamos a sentir de nuevo por nuestros amigos, por nuestros compañeros y –naturalmente– por nuestros hijos y familias: la democracia está en grave peligro. ¿O no?
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