El rector bobo

Intentar ser progre en los ratos libres que le deja el peloteo a Isabel Díaz Ayuso tiene sus peligros

Ser o haber sido rector de una Universidad no te exime de ser al mismo tiempo un perfecto majadero, y alguien podrá pensar que el de la foto de arriba es un buen ejemplo. Sin embargo, hasta mis más asiduos críticos convendrán esta vez en que el mero hecho de reconocer tal posibilidad me libera del grado máximo de la estupidez. Ese grado 33, por derecho propio, corresponde, y va a ser complicado disputarle el liderazgo –esa palabra que tanto gusta a los rectores– a Joaquín Goyeche, mandamás de la Complutense, quien se ha descolgado con una surrealista felicitación de Navidad en la que, junto a una hoja seca, aparece el siguiente texto: «El fin del otoño abre paso al nuevo año con deseos de paz, renovación y prosperidad».

Nada que objetar si el doctor Goyeche, meritorio catedrático de Veterinaria, hubiera enviado la memez a sus amigos necesitados de renovación. Pero sucede que el doctor Goyeche representa a una institución respetable, una Universidad centenaria fundada por el cardenal Cisneros, en cuyo nombre felicita la Navidad mal que le pese. Pero intentar ser progre en los ratos libres que le deja el peloteo a Isabel Díaz Ayuso tiene sus peligros, en este caso el temible del ridículo, al que un rector debiera ser sensible. Nadie está obligado a felicitar la Navidad, y mucha gente perfectamente decente ha dejado de hacerlo o no lo ha hecho nunca, pero lo que no se debería permitir un rector bien togado es que su Universidad se convierta en el hazmerreír general, no por laicista sino por cursi. Cumplido el fin del otoño, caída la hoja, yo espero que el doctor Goyeche acuda a su despacho el 25 de diciembre, nada que celebrar, para realizar un último y desesperado intento de cuadrar las cuentas de su maltrecha universidad antes del fin del ejercicio.

Hace algunos años, otro bobo solemne decidió enviarme una felicitación navideña ilustrada con unos bonitos pingüinos. Con mi mayor ingenuidad le contesté pidiendo que me aclarara la relación entre las simpáticas aves y el contenido y ocasión de su tarjeta, que mucho le agradecía. El rector complutense, en esa peculiar competición que algunos practican con ocasión de la Navidad, ha ido más lejos. Ya ni siquiera un animalejo, que tan bien iría a un veterinario, sino una hoja seca que más bien parece una papa frita y que, bien pensado, pudiera ser el retrato inopinado del remitente.

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