El silencio necesario

Nuestra sociedad se ha acostumbrado al estruendo, convive con el ruido. Es el complemento ideal de las prisas

Apenas habían pasado unos minutos del mediodía y el calor de agosto ya se dejaba notar como queriendo recordarnos una vez más que el sol sale para todos. El tráfico por las calles del centro de mi ciudad se reduce a una cuarta parte por estas calendas y gran parte de los comercios permanecen cerrados por vacaciones. Descansar, para mí, no es viajar de un lado para otro y aún menos en fechas en las que gran parte de la población hace lo mismo. Hace tiempo que llegué a la conclusión de que las mejores vacaciones son aquellas en las que uno se queda en su lugar habitual de residencia y se dedica a pasear y a hacer lo que le resulta imposible el resto del año por los horarios laborales y las obligaciones familiares. Viajar es otra cosa y prefiero hacerlo fuera de temporada. Me horrorizan las colas en los aeropuertos, las playas atestadas de gentes, los pueblos llenos de emigrados que regresan para las fiestas patronales convirtiéndolo todo en una bacanal insufrible.

El sofocante calor de agosto invitaba a tomar una cerveza un poco antes de lo acostumbrado. De vueltas de mi librería de cabecera decidí eso, tomar una cerveza en un bar cercano. No había más que dos personas en la barra y el camarero que la atendía. Pedí una caña con la intención de refrescarme y darle un vistazo al periódico, pero lo segundo fue imposible. Los dos clientes hablaban a voces y daban enormes risotadas que se amplificaban con el vacío del establecimiento. El camarero, a su vez, contribuía a elevar el nivel de decibelios al sacar vasos y platos del lavavajillas con un estruendo tal que me hizo recordar los trabajos de cocina cuando hacía el servicio militar. La realidad y el deseo, pensé inmediatamente. Yo, que venía paseando y relajado disfrutando de la tranquilidad de las calles del centro, me sentí agobiado e incómodo por mor del ruido.

Nuestra sociedad se ha acostumbrado al estruendo, convive con el ruido. Es el complemento ideal de las prisas y ambos juntos resultan la combinación perfecta para la distracción y el consumo. A muchos les dará miedo pararse ante el temor de encontrarse consigo mismo, con su pequeñez, con sus miserias y preferirán seguir adelante amparándose en las prisas y el ruido. Les debe de dar miedo el silencio, la paz, el sosiego, tal vez temerosos de que al mirar hacia sus adentros no encuentren nada o lo poco que hallen más valga no verlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios