Granada es la Alhambra y la Alhambra es Granada. No se pueden separar. El monumento ha terminado por convertirse en el auténtico símbolo de la ciudad y es la labor de esta protegerlo y mirar por él, ya sea modificando el sistema de entradas o, desde una perspectiva mucho más mundana, asegurándose de que esté limpia. Porque la Alhambra siempre está ahí, vigilando, como la madre que, aunque no nos demos cuenta, vigila el bienestar de sus vástagos. Es por eso que, cuando los años son ya demasiados, toca a los hijos velar por sus mayores.

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