Agricultura

La rebelión del campo en Granada tiene sus motivos: entre la incertidumbre y la certeza de la ruina

Imagen de archivo de la tractorada de 2020.

Imagen de archivo de la tractorada de 2020. / G. H.

Granada acumula algo más del 15% de las explotaciones agrarias de Andalucía, lo que la convierte en la segunda provincia con mayor número de estas instalaciones en la comunidad autónoma, muy por detrás del 29% que tiene Jaén y, al mismo tiempo, ligeramente por encima de Córdoba (apenas unas mil explotaciones), según el último Censo Agrario del INE, con datos de 2020. Con estas cifras, no es de extrañar que la tractorada de esta semana haya sido una de las que más ruido han hecho en el sur de España pero, al mismo tiempo, que la provincia sea una de las más afectadas por la crisis que atraviesa el sector, una crisis que, como reconocen las distintas asociaciones agrarias de Granada, queda muy lejos de lo que muestran los datos.  

El verdadero indicador, apunta Manuel del Pino, secretario general de Asaja Granada, es el de la rentabilidad, es decir, el beneficio que obtiene el agricultor de su producto y aquí el aceite es el mejor ejemplo. En la actualidad, lo de oro líquido es más cierto que nunca. En los supermercados, el litro de aceite está alcanzando picos de precios cada vez más elevados pese a que los olivareros apenas sacan beneficio. 

"El problema del aceite, o de cualquier otro cultivo, es que los gastos han aumentado mucho. Como todo ha subido tanto, desarrollar la actividad agraria en la actualidad, el margen de rentabilidad es menor que hace diez años", resume Nicolás Chica, secretario general de UPA Granada, quien pone como ejemplo de ese "subir tanto" el precio del gasoil agrícola, que en un par de años ha pasado de 0,60 euros el litro a 1,10 en la actualidad, "prácticamente el doble". Todo ello, además, apostilla Del Pino, en el que el sector agrario "ha evolucionado muchísimo" en comparación con los años previos. 

Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, y el responsable de Asaja parece confirmarlo. La sequía es el principal reto al que se enfrenta la agricultura, granadina y nacional, mermada por medidas como la reducción de riego "que el año pasado fue del 60% y este año se espera mucho mayo", lo que hace que los agricultores granadinos se muevan "entre la incertidumbre de cómo será la campaña y la certeza de que se ha perdido la producción". 

A modo de ejemplo, el secretario general pone sobre la mesa la campaña del espárrago "una seña de identidad de la provincia" y cuya campaña empieza, en situaciones normales, a finales de febrero. De acuerdo al balance ofrecido por la asociación el pasado año, referido a la campaña 2022-2023, esta planta redujo su producción un 26%, recolectándose 23.000 toneladas, cuando la media es de 30.000. 

Para Chica, el problema con el espárrago, cultivado en secano, llegará cuando sea necesario dar un riego de apoyo cuando empiecen a subir las temperaturas. Ese, será el principio del fin, pues las restricciones de agua harán que, llegado ese momento, "automáticamente se termine la producción de espárragos", según Chica, quien hace extensible esta situación también a los cultivos de regadío.

Los subtropicales tampoco parecen salir mejor parados, el "estrés hídrico" (la falta de lluvia) ha dejado a los árboles en una situación crítica. Según las estimaciones que maneja Asaja, esta campaña se saldará con un 40% menos de recolección de aguacates y un 80% menos de mangos.

Algo discordante es la opinión de Maximino Prados, presidente de la comunidad de regantes del bajo Guadalfeo, para quien la campaña se está manteniendo con precios "buenos para los agricultores", que cifra en unos 2,5 euros el kilo de media este año y asegura que las plantaciones de subtropicales son rentables, aunque no todo lo que debería, y especialmente en la zona de Almuñécar, con todos los problemas de agua que ha atravesado recientemente esta parte del Litoral. 

Tampoco se salva el aceite, cultivo omnipresente en cualquier análisis en los últimos años, que de acuerdo las cifras proporcionadas por UPA, cerró el año con unas 30.000 toneladas de aceituna, y para el final de la campaña calcula llegar a las 50.000, una cifra que parece alta pero que supone la mitad de lo que se solía recolectar en años anteriores. De hecho, puntualiza Chica, la de este año va a ser la segunda peor campaña de aceituna en muchos años, solo por detrás de la anterior. 

La situación del olivar, según el responsable de UPA Granada, es tal que esta campaña, que ha sido más corta de lo habitual al no ser necesario parar por la lluvia, se han producido casos de agricultores que ni siquiera han podido recoger la aceituna, porque, literalmente, no había nada que recoger. 

La esperanza no se pierde

Los responsables de Asaja y UPA coinciden a la hora de denunciar la crisis que atraviesa el sector agrícola pero también en mantener la esperanza de que las lluvias lleguen pronto, algo que la Aemet ha corroborado para las próximas fechas, pero que aún así difícilmente serán más que una lavado de cara.

El plan B, detallado por Chica, pasaría por acometer una infraestructura hídrica que permita "tener unas reservas cuando llueve", "regenerar aguas" para que se puedan regenerar para el riego de cultivos y por último "un plan de ayudas" para poder "hacer frente al impacto de la sequía" en el campo granadino. 

La crítica a la Política Agraria Común

También coinciden desde ambas asociaciones en criticar el impacto de la nueva reforma de la Política Agraria Común (PAC), cuya puesta en marcha es uno de los motivos que han movilizado al sector

Para el vicepresidente de Asaja en Granada, Rafael Martínez-Cañavate, "el resultado de la reasignación de los derechos se ha traducido finalmente en unas pérdidas de 25 millones de euros anuales, el 25% de las ayudas comunitarias que recibe Granada). La PAC ha sido, en definitiva, un lastre más para los agricultores y ganaderos de nuestra provincia".

Por su parte, Chica lo que hace la política agraria es "estrangular más" la explotación del agricultor y el ganadero "porque está burocratizando y generando mayores compromisos medioambientales", lo que se traslada en un mayor coste de producción

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