Cuaresma

Mensaje de Cuaresma del arzobispo de Granada: "Que se nos quiten los humos de la soberbia"

José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada.

José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada. / G. H.

El arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, ha publicado su mensaje de Cuaresma, que comienza este miércoles 14, Miércoles de Ceniza. 

El mensaje se reproduce a continuación:

Un cordial saludo.

Con el Miércoles de Ceniza comienza para los cristianos la Cuaresma. Tiempo que, según señaló el Concilio Vaticano II, prepara a los fieles entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el Misterio Pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia.

Tal es, amigos, la finalidad de este tiempo sagrado, que los católicos iniciamos el miércoles, llamado como sabemos, “de ceniza”, por exteriorizarse en él la condición frágil y pecadora del hombre mediante el sencillo y elocuente signo de imponer ceniza en las cabezas de los fieles.

El texto evangélico de San Mateo, que se lee ese día en la Santa Misa, insiste sobre todo en la coherencia de vida al comenzar la Cuaresma. Haciendo una llamada a dejar toda hipocresía en nuestro culto a Dios, aquello de cristianos y no practicante. Y esa hipocresía puede ser mostrarnos como practicantes sólo de cara a la galería, y olvidándonos de aquello de que no sepa nuestra izquierda lo que hace la derecha a la hora de dar limosna, por ejemplo.

También nos aconseja el Evangelio no poner cara trágica cada vez que hacemos un sacrificio a Dios y a los demás, como si fuéramos víctimas protagonistas de los programas televisivos de sucesos. No es para tanto. Y tampoco hay que hacer saber que vamos de sufridores por la vida, ya que el que más y el que menos también pasa lo suyo, aunque -y hace bien- no se note. Y también por solidaridad, por ver el sufrimiento de los demás y fijarnos más en ellos.

La Cuaresma viene a ser como una puesta a punto anual de la vida cristiana. Una especie de ITV del Espíritu, en la que, mediante la conversión, la vuelta a Dios, se nos invita a quitar todo lo que impide ser buenos cristianos. Como son nuestras imperfecciones y debilidades, nuestros egoísmos y miserias. Y a situarnos de nuevo en el empeño de ser buenos hijos de Dios. De ser santos.

Qué oportuno sería para esto acudir al Sacramento de la Penitencia en este tiempo, a la confesión donde Dios nos perdona nuestros pecados y nos da Su gracia para ser mejores. No en vano, la fórmula evangélica “conviértete y cree en el Evangelio” es la otra optativa para la imposición de la ceniza.

No se trata de algo tétrico y negativo, como pudiera ser una lista de cosas que no debemos hacer, sino de algo tan positivo como la propuesta a practicar el bien, de imitar a Cristo con todos los beneficios y efectos colaterales para los demás. Que si los llevamos a cabo o al menos lo intentamos, se deriva. Cuando somos buenos, santos, nuestro ambiente familiar, profesional y social mejora con ello. No sólo nosotros.

El punto de partida de esta puesta a punto espiritual que es la Cuaresma no es otro que un sencillo gesto, que, a pesar de los siglos que lleva practicándose este día, no deja de ser sorprendente y muy elocuente, como les decía.

Se trata de la imposición de la ceniza en nuestras cabezas, mientras se nos recita la frase bíblica “acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”. Toda una llamada al realismo. Que se nos quiten los humos de la soberbia, el verdadero mal que nos estropea todo. Y a poner verdaderos y sólidos fundamentos en nuestra vida, que no son otros que el amor a Dios y el amor a los demás. Es lo más rentable y la más sólida inversión para la eternidad, créanme.

No esperemos, para caer en la cuenta de esa verdad, el duro trance de contemplar en un bello envase lo que queda de un familiar o amigo difunto después de ser incinerado. Lo más grande y valioso de nosotros es incombustible. Y está en la memoria de Dios y de los demás. Es el bien que hacemos, la caridad que hemos vivido con Dios y los demás.

Vivamos, amigos, la Cuaresma con más oración, escucha y meditación de la Palabra de Dios. Con más participación en la Misa dominical, con más sobriedad de vida, con más caridad para con los demás, con reconciliación incluida. Queriendo a todos, desde los más necesitados, al cariño con la gente cercana, rompiendo así el clima de polarización que vivimos.

Procuren, en definitiva, poner a punto en este tiempo su vida cristiana. Avanzar en el conocimiento del Misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud, como dice la oración del primer domingo de Cuaresma. Es la mejor preparación para la Semana Santa. Créanme.

Con mi bendición, les deseo una provechosa Cuaresma y verán qué bien vivimos entonces la Semana Santa.

Un saludo.

+ José María Gil TamayoArzobispo de Granada

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