Granada

Las páginas del registro con el nombre de los fusilados fueron arrancadas en los 70

  • El listado del cementerio requerido al alcalde por el juez Garzón está transcrito en el libro póstumo de Eduardo Molina Fajardo 'Los últimos días de García Lorca'

El polémico registro de fusilados y enterrados en fosas comunes del cementerio municipal está transcrito -al pie de la letra- en el libro póstumo de Eduardo Molina Fajardo Los últimos días de García Lorca. Se trata de la lista que ha sido reclamada por el juez Baltasar Garzón al alcalde de la ciudad, José Torres Hurtado, a efectos de elaborar un censo de desaparecidos antes de decidir si investiga los crímenes.

Contabiliza un total de "2.069 muertos" bajo el epígrafe Fusilamientos en la ciudad de Granada, según el libro de entierros oficial del cementerio y distingue los fusilamientos ocurridos junto al camposanto; las ejecuciones incontroladas en la ciudad entre 1936 y 1938 (un total de 1.927) y los llevados a cabo en Víznar desde el 14 de septiembre de 1936 hasta el 23 de noviembre del mismo año (que ascienden a 142).

¿Dónde está el registro original? Es un enigma. Fernando Molina González, hijo del periodista granadino, quita importancia a las especulaciones que han circulado insistentemente sobre la posibilidad de que el registro original esté en el archivo de su padre: "No, no está. Sólo hay una transcripción manuscrita". El listado del libro se ha usado para elaborar ahora el censo de desaparecidos pedido por el juez Baltasar Garzón que el vicepresidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Rafael Gil Bracero, entregará el lunes al juez de la Audiencia Nacional.

A la muerte de Molina Fajardo en 1979 el libro era un esbozo de pocas páginas y un montón de testimonios de primera mano. La familia decidió acometer la edición. El listado con la identidad de los fusilados entre 1936 y 1938 que aparece en el volumen fue hecha por su madre poco antes de la publicación en 1983. La fuente que utilizó la familia no fue el libro original con el asiento de los fusilados, sino las notas manuscritas que el periodista guardó en su archivo con el propósito de darle forma al volumen sobre los últimos días de García Lorca.

Del tomo de asientos del cementerio se sabe que estaba completo en los años setenta, cuando lo usó Molina Fajardo. El investigador Ian Gibson también lo tuvo en sus manos hacia 1968, cuando subía a las oficinas del camposanto para investigar la muerte de Federico, acompañado por un amigo que se encargaba de entretener a un funcionario de las oficinas al que conocía. El hispanista recordó ayer cómo se jugaba la vida y cómo sólo pudo tomar nota de alguno de los nombres porque era "muy peligroso". "Pude contabilizar más de 2.000 nombres, pero no pude fotocopiar la lista", lamentó.

En un apéndice de su obra La muerte de García Lorca, publicado en su primera edición en París en 1971, da cuenta del nombre de varios de los fusilados en el cementerio: entre ellos el rector y arabista Salvador Vila, los catedráticos José Palanco y Joaquín García Labella o el médico Saturnino Reyes.

Sin embargo, a juzgar por el contenido de la publicación de Molina Fajardo -de la que no se hicieron más ediciones-, la lista fue transcrita al detalle. Hasta el punto de que identifica los nombres de los hombres y mujeres asesinadas, las causas del fusilamiento ("juzgado militar", "juzgado civil"...), momento en que fueron entregados y a quién, así como sus profesiones.

¿Cuándo desapareció? Molina González asegura que su padre, al cabo de unos meses, volvió al archivo del cementerio y descubrió que "las páginas referentes a los fusilamientos habían sido arrancadas". En su opinión, la identidad de la personas o personas que arrancaron las hojas del libro no se sabrá nunca.

La lectura de la relación de personas fusiladas entre 1936 y 1938 es espeluznante. Figuran, uno a uno, junto a la fecha de la ejecución, el nombre de ciento y cientos de personas que perdieron la vida junto a las tapias del cementerio. Algunos incluso no llegaron, y sus cadáveres fueron encontrados tirados en el "camino del cementerio". En la mayoría de los casos aparecen sólo el nombre y los dos apellidos, pero en otras ocasiones el siniestro registro añade algunas circunstancias personales: el pueblo de procedencia o la profesión. Hojalateros, zapateros, pintores de brocha gorda, etcétera. Sus nombres estarán a partir del lunes en manos del juez de la Audiencia Nacional.

"La familia decidió publicar todo el material sin censura de ningún tipo", recuerda Fernando Molina, "incluyendo los nombres y apellidos de las personas que participaron en el fusilamiento de Lorca". Un periodista de Ideal llegó incluso a plantear una demanda por los datos que aparecían sobre su padre. El libro conoció una segunda edición, de la que fueron eliminadas las alusiones .

Todas estas circunstancias han convertido el volumen en un documento valioso, y en la único fuente que existen apariencia con la relación de los fusilados en el cementerio durante el comienzo de la guerra.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios