público y privado

María Escudero

El valor de lo público

AYER me encontré con un conocido en la calle y a la pregunta de sincera cortesía sobre como estaba me respondió que esperando como le iba a afectar la decisión de su empresa de despedir a parte de la plantilla, cuando quise interesarme más me pidió que dejáramos la conversación, buscando no sé si dejar de pensar en ello o quizás eludir temporalmente la fatalidad de la que ya seguro se sabe víctima. Es este un ejemplo, todos tenemos a nuestro alrededor personas afectadas por los despidos y aún peor conocemos gente que ya lleva mucho tiempo parada, a estos y a los jóvenes sin posibilidades reales de emplearse son a los que más nos cuesta enfrentarnos. La incertidumbre, la desesperación y hasta el miedo se están apoderando de nosotros, se cuela en nuestras conversaciones y está modificando nuestra manera de vivir.

Detrás de cada drama personal o familiar lo que asoma es un cambio en el modelo social que abandona a la gente a su suerte, con un estado debilitado hasta el límite y por tanto incapaz de salvar a los más vulnerables. Las políticas de derechas o el neoliberalismo que impera, a veces amparado por la falacia de la desaparición de las ideologías, basa su estrategia en la aniquilación del estado como garante de la igualdad, de ahí que con el subsiguiente desplazamiento de poder la economía, más bien la especulación, haya sustituido a la política. Reconocer el fracaso de la política es partir de un diagnostico certero para poder recuperar el diálogo con la ciudadanía y poner a la política en el lugar central de hacedora del interés general y de velar por el bienestar de las personas.

Será otra política, pero sólo con más política seremos capaces de parar este desastre que nos tiene sobrecogidos. A la amenaza del rescate formal, porque rescatados estamos desde hace tiempo, se une día a día el desmantelamiento de los servicios públicos , la privatización de la sanidad, de los servicios sociales, del sistema de pensiones o de la educación que ponen en peligro nuestra convivencia porque rompe un modelo de cohesión social basado en la igualdad y la equidad y lo hace para luego privatizar estos servicios y ponerlos en manos de empresarios privados, afines cuando no son militantes conocidos del PP, como estamos viendo en nuestro país. La desregulación absoluta de las relaciones laborales y la defensa de las corporaciones financieras o de cualquier tipo anteponiéndolas a la defensa de la ciudadanía por parte del estado y sus instituciones viene a agravar aún más la situación.

La posibilidad de cambio está en nuestra capacidad de poner freno, y es verdad que existe cada vez más una respuesta de rebeldía a tanto recorte, a tanta mentira, de hecho cada día en todos los rincones de nuestro país la gente sale a la calle a protestar por el robo de nuestros derechos.

Pero hay más, si cabe, estamos renunciando a la capacidad humana de organizarse colectivamente para progresar, para proteger a los más débiles, para ser mejores como sociedad. Estamos volviendo a la selva.

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