El duende del Realejo
Joaquín A. Abras Santiago
¡Pandilla de bandoleros!
CONTEMPLAMOS el calendario y nos sentimos engañados, pasamos la mitad de noviembre y casi podemos pasear en mangas de camisa. La ropa de abrigo sestea de continuo en los armarios, perezosa en perder las fundas que la protegen. Nevó en junio y nevó en septiembre, aunque nuestras cumbres lucen como en una eterna primavera, como si la temporada ya se hubiera acabado y amenazara un aplazamiento continuo de sus inicios. No es ningún engaño lo que nos dice la atmósfera, el clima; acabaremos este año con récord tras récord al alza de las temperaturas. Mientras nuestros dirigentes construyen pistas de hielo y las mantienen bien frías y el calor para fuera, para nuestra atmósfera contaminada por cientos de coches de los papás y mamás que dejan a sus hijos e hijas en las puertas para que aprendan a patinar. Y quién sabe, en unos años la ciudad tendrá un equipo en primera división de hockey hielo. Que engaño más tierno y cálido.
Engaño continuado en los niveles de emisión de contaminantes de esos mismos coches que llevan y traen los sueños de padres e hijos. La próxima vez que lleve mi coche a la revisión técnica estaré totalmente despreocupado, me dará igual pisar a fondo el pedal, me dará igual lo que marque la flecha o el panel. No sabré quién me engaña, si el fabricante, si la empresa, si el gobierno, si el taller o si yo mismo por no comprarme otro coche más moderno y más manipulado en cualquier software. Mientras nuestros dirigentes suavizan medidas, tratan con mimo a los que engañan a lo grande; vayamos a que se nos lleven las fábricas y nos dejen tiritando. Preocúpese usted porque su casa tenga buena eficiencia energética o tendrá que pagar más impuestos.
Y el mejor de los engaños es el auto-consentido, el autoengaño. Fíjense en las últimas municipales: algunos prometían cambio y acabaron apoyando a los que gobiernan desde hace más de una década. Y para no engañar al ciudadano nos aseguran que habrá que pagar más o habrá que recortar servicios. Aún después del 'tasazo' de las basuras, aún tras las subidas varias, aún tras tener un canal televisivo a servicio de todos los santos y cofrades, seguimos consintiendo los engaños, es decir nos auto-engañamos. Saquemos los santos para que nieve y haga frío o saquemos los santos para que no llueva y los turistas llenen las terrazas y bares de la ciudad. En tales disyuntivas no me extraña que los cielos estén confusos. Los traemos locos. Vale.
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