Azul de Prusia: un pigmento con un futuro en Biomedicina

Un pigmento histórico se convierte en una herramienta clave para tratamientos de precisión y diagnóstico avanzado

El suelo también es biotecnología

La gran ola de Kanagawa / Museoteca
Ana Hita Martínez
- Alumna del Máster en Biotecnología de la UGR. Coordina: Francisco González García

26 de agosto 2025 - 06:00

Las nanopartículas son estructuras extremadamente pequeñas, tan diminutas que solo son visibles con microscopios avanzados. Su tamaño les otorga propiedades únicas que no poseen los mismos materiales pero con mayor tamaño. En el caso del azul de Prusia, su transformación en nanopartículas permite aprovechar su composición química y estructura para aplicaciones innovadoras en biomedicina.

En 1706, el químico alemán Johann Conrad Dippel (1673-1734), junto a Heinrich Diesbach, mientras intentaban fabricar un colorante rojo, hizo un descubrimiento inesperado que podemos considerarlo como un caso de serendipia, obtuvo un pigmento de color azul intenso y profundo que cambiaría para siempre el arte y la industria textil. Así nació el azul de Prusia, un compuesto que con el tiempo se convertiría en un recurso imprescindible tanto para artistas como para científicos. El azul de Prusia, primer colorante sintético de la historia, tuvo un impacto significativo durante el siglo XVIII. Fue ampliamente utilizado en pinturas, decoraciones e incluso en uniformes militares. Su vibrante tonalidad azul dejó su huella en obras maestras como La gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai, donde este pigmento dio vida al icónico color del grabado. Pero su influencia trascendió los lienzos. En el ámbito militar, el azul de Prusia se empleó para teñir los uniformes de infantería y caballería de varios ejércitos europeos, destacando especialmente en el de Prusia. Estos uniformes azul oscuro no solo eran valorados por la durabilidad del pigmento, que resistía la decoloración, sino también por la imagen de modernidad, disciplina y elegancia que proyectaban. El "azul prusiano" se convirtió en un emblema del prestigio militar de la época, influyendo en la estética de otros ejércitos del continente. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando su impacto trascendió el ámbito del arte. El astrónomo y químico John Herschel lo utilizó en la invención de la cianotipia, un proceso que permitió crear imágenes monocromáticas de color azul sobre papel, sentando las bases de la fotografía moderna. Anna Atkins, amiga de Herschel, adoptó esta técnica para documentar algas marinas, convirtiéndose en la primera mujer en publicar un libro ilustrado con fotografías.

Pero el viaje del azul de Prusia no terminó ahí. La estructura química de este colorante es muy compleja, aunque su formulación parece sencilla, ferrocianuro de hierro (III). Para conocer su estructura cristalina se necesitaron estudios de espectrometría muy complejos y no se determinó del todo hasta 1977. Con ello se abrió la puerta a investigaciones sobre sus aplicaciones en otros campos. En particular, la biomedicina ha encontrado en este compuesto un aliado versátil y prometedor. Aquí entran en juego las propiedades de las nanopartículas con las que iniciábamos este artículo. Las nanopartículas de azul de Prusia están siendo exploradas para diversas aplicaciones médicas, destacándose en la administración de fármacos. En una profunda revisión de la bibliografía médica podemos encontrar múltiples usos de estas nanopartículas de azul de Prusia.

Imagen de Cianotipia. / Anna Atkins’s Photographs

Gracias a su estructura porosa, estas nanopartículas pueden albergar medicamentos y liberarlos de forma controlada en presencia de estímulos externos, como la luz infrarroja. Este sistema mejora la precisión del tratamiento, dirigiendo el medicamento únicamente a las áreas afectadas, lo que minimiza los efectos secundarios. Además, las nanopartículas de azul de Prusia han sido aprobadas como tratamiento para intoxicaciones por elementos radiactivos, como el cesio y el talio. Capturan estos elementos en su estructura y facilitan su eliminación del cuerpo, reduciendo significativamente el tiempo que los metales permanecen en el organismo.

En el ámbito del diagnóstico también muestran un gran potencial. Se utilizan como agentes de contraste en técnicas avanzadas de imagen, como la resonancia magnética. Estas nanopartículas permiten obtener imágenes detalladas y precisas del interior del cuerpo, facilitando la identificación de enfermedades de manera no invasiva. En la lucha contra infecciones, las nanopartículas de azul de Prusia han demostrado ser efectivas para combatir bacterias resistentes a antibióticos. Bajo la exposición a luz infrarroja, las nanopartículas generan calor localizado que destruye las bacterias sin afectar los tejidos circundantes. Este avance representa una herramienta prometedora en la medicina moderna.

Las investigaciones en torno al azul de Prusia y sus nanopartículas continúan en desarrollo. Su capacidad para combinar diagnóstico y tratamiento en una sola plataforma médica abre nuevas posibilidades en la medicina personalizada, especialmente en el tratamiento de enfermedades complejas como el cáncer. Con aplicaciones tan diversas y prometedoras, el azul de Prusia reafirma su lugar no solo en la historia, sino también en biomedicina.

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