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Crónica Miércoles Santo

La explosión de los sentidos

  • El Miércoles Santo cumplió con la expectación de cada año con la salida, en un día casi veraniego, de las hermandades de los Gitanos, Estudiantes, Penas, Rosario y el Nazareno

La Semana Santa llega a su ecuador casi sin apreciarlo. Los días pasan como un suspiro más cuando el tiempo está acompañando y las miradas sólo se dirigen hacia arriba para mirar los pasos. Ayer, ante un día casi veraniego, el Miércoles Santo cumplió con sus expectativas y la jornada, la primera de los días grandes de las fiestas por el inicio de las jornadas de descanso, no defraudó.

El Miércoles Santo de Granada se caracteriza por el contraste entre en sus hermandades: del barrio más puro al silencio pasando por el centro.

El Miércoles Santo sigue como el resto de días puntual en el paso de las hermandades

La primera cita, la más multitudinaria, turística y que traspasa nuestras fronteras, fue un año más en la Gran Vía, donde la cofradía de los Gitanos hizo su salida entre una multitud de personas que cada año dejan pequeña una de las calles más anchas de la ciudad. Y a su salida, recibimiento con vítores, aplausos, petalás, saetas y toda la efusividad de la tradición gitana que bajan desde el barrio del Sacromonte, al que regresaron de madrugada entre sus saetas y hogueras en uno de los regresos más seguidos que es exponente de la Semana Santa de Granada más internacional.

Desde muy cerca, en la Plaza de la Universidad, la hermandad de los Estudiantes comenzó su estación de penitencia, que sigue afianzando la evolución de la corporación con la incorporación el año pasado del palio de la Virgen de los Remedios, que se enriquece con nuevas piezas como este Miércoles Santo la crestería.

La corporación sigue ampliando cortejo, como también lo hizo ayer la hermandad de Paciencia y Penas, que desde San Matías imprimió su carácter de hermandad de centro a la jornada ya descrita como de contrastes. Jesús de la Paciencia, paso tradicional granadino donde los haya, imponente talla de Pablo de Rojas acompañada con los sones clásicos de la Agrupación de Estrella y con sus piezas fijas como La Saeta, una composición habitual durante su recorrido. Detrás, la Virgen de las Penas, que este año lucía más bella que nunca tras la intervención a la que fue sometida por Álvarez Duarte y la vestimenta de Paco Garví. Con exorno floral de rosas blancas y el acompañamiento de la Banda de Armilla, el paso de palio mostró la evolución que está viviendo la hermandad.

De lo recatado de esta corporación al bullicio de barrio que deja cada año la cofradía del Rosario, todo un exponente en nuestra Semana Santa que volvió a sacar uno de los cortejos más amplios, mejor colocados, y dos pasos completos a los que no falta detalle con una maestría costalera clara, que este año estuvo dedicada al que fuera capataz de la hermandad y fallecido el año pasado, Paco Toro.

Cerró la jornada el Nazareno, el toque silente de la jornada. Una hermandad que traslada el recogimiento y que dejó momentos de sobriedad, sobre todo en el momento de su regreso, en el que nuevamente las saetas son un reclamo para los que acuden a ver a esta corporación.

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