De libros

Félix Romeo, honestidad brutal

Excesivo, vehemente, sanguíneo, de carácter entusiasta y opiniones contundentes, todos los que lo conocieron se refieren a ese fondo de ternura que suele ser el reverso no siempre apreciable de los temperamentos apasionados, capaces de alternar el dictamen furibundo con la entrega generosa y desinteresada. Félix Romeo ha muerto en plena madurez intelectual, con apenas tres libros publicados y cuando cabía esperar muchos otros que confirmaran el gran talento que sin duda poseía. Fuera por autoexigencia crítica o por una tendencia natural a la dispersión, el caso es que no escribió más que dos rompedoras novelas de juventud y un hermoso e impresionante homenaje a su amigo el malogrado Chusé Izuel, cuyo suicidio inoculó en Romeo un dolor antiguo y perdurable. Deja además, junto con un puñado de traducciones, una novela inédita que parte de su breve estancia en la cárcel a mediados de los 90, adonde le condujo el ejercicio de una forma de insumisión que no era, como la de ciertos resistentes acomodados, meramente decorativa.

Poseía una erudición asombrosa que no se limitaba al ámbito de la literatura. El cine, la música o el cómic eran otros tantos terrenos a los que se dirigía su apetito voraz, omnívoro, literalmente insaciable. Decían que apenas dormía, ocupado en la pesquisa permanente, pero aunque su sed de libros nuevos o viejos no conocía límites, era lo más alejado, por su vitalismo, a un ratón de biblioteca. Practicó el periodismo y la crítica literaria de un modo brillante, incisivo y partidario, con especial simpatía por los contemporáneos pero sin casarse con nadie. Compartía sus entusiasmos y animó a muchos autores más jóvenes a emprender o continuar el camino de la escritura, mientras él mismo se mostraba reticente. Gustaba de la discusión acalorada y de la compañía de los amigos, una legión de devotos que ahora llora su muerte doblemente injusta, por inesperada y prematura. Deja un hueco grande, como su propia humanidad, en la cultura española, necesitada de miradas como la suya que no se limiten a glosar las consignas diseñadas por los departamentos de mercadotecnia.

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