El aroma de los imperios | Crítica

Historia olfativa del XX

  • Acantilado publica 'El aroma de los imperios' un ensayo histórico sobre dos perfumes históricos del XX, Chanel nº 5 y Moscú Rojo, y su vinculación a la 'microhistoria' más oscura de la primera mitad del siglo

El historiador alemán Karl Schlögel (Allgäu, 1948)

El historiador alemán Karl Schlögel (Allgäu, 1948)

Se recogen aquí tres aproximaciones distintas y complementarias a un mismo suceso histórico: el origen común de los perfumes Chanel nº 5 y Moscú Rojo, ambos derivados de un anterior encargo zarista, con el que se pretendía celebrar el tercer centenario de la dinastía Romanov. Las aproximaciones serían una historia menor de la perfumería del XX; una mirada parcial a las vanguardias, desde la óptica de dicha industria; y una concepción más amplia de la disciplina histórica, en la que se privilegia una memoria del olor, hasta ahora postergada, y en la que Schlögel, meticuloso historiador, excluye a Alain Corbin y su El perfume o el miasma, así como la novela de Süskind, del mismo título.

A través de los perfumes, Schlögel explica aquello que Ortega llamó 'la deshumanización del arte'

Las vidas, hasta cierto punto paralelas, de Coco Chanel y Polina Zhemchúzhina, involucradas ambas en la creación de perfumes en puestos eminentes (Chanel, colaboracionista y antisemita; Zemchúzhina, judía, esposa del ministro Mólotov y estricta estalinista), sirven para explicar aquel despojamiento estético del siglo, que se traducirá, tanto en unos diseños prácticos y sencillos, como en aquello que Ortega llamó la “deshumanización del arte” y que halla su principio en referencias mecánicas y porveniristas, de las que se nutrirán en abundancia las vanguardias. Como es de suponer, a través de estas dos biografías poco ejemplares, pero sin duda excepcionales, Schlögel aborda la historia mayor del XX, mediante un preciso cometido del olor: aquel que documenta, tanto como la memoria visual, los terribles crímenes masivos, ocurridos bajo las dictaduras nazi y comunista, y cuyo rastro olfativo (los crematorios, los ghetos, los campos de prisioneros soviéticos) tan determinante, no ha obtenido la consideración que merece.

Valle-Inclán, en La media noche, señalaba que era fácil distinguir cuando se sobrevolaba campo alemán, en la Gran Guerra, por el olor distinto de sus deposiciones. De modo similar, Schlögel no hace sino aplicar el sistema de libre asociación de Proust -el bizcocho en el té- a un aspecto sensorial menos agradable, pero en absoluto intrascendente. Es así como El aroma de los imperios ofrece mucho más de lo que, en apariencia, invoca. Y ello sin dejar de ser una historia de fragancias, de modas, de una nueva estética fabril, que perfumó el crepúsculo del gran mundo europeo de la entreguerra.

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