Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

'Ballet for life': orgullo sin prejuicio

Una de las coreografías del 'Ballet for life'.

Una de las coreografías del 'Ballet for life'. / Fermín Rodríguez/ Festival Música y Danza (Granada)

Justo dos días después de la celebración del día del respeto a las diferencias y la diversidad de género (celebración mundial del orgullo 2023), nos llegó anoche en esta edición del festival la coreografía con la que Maurice Béjart hizo tributo a esta causa. Y es que Le Presbytére… Ballet for life (estrenado en Sala Métropole, Lausanne el15 de diciembre de 1996) es la muestra más evidente de que Béjart (Marsella, Francia, 1927 - Lausanne, Suiza, 2007) persiguiera incasablemente durante toda su vida exigir respeto entre todos, además de hacer de la danza un arte que llegase a ser tan popular como la música o el cine. Algo esencialmente necesario en una sociedad civilizada que nuestros gobernantes siguen sin comprender en muchos lugares del mundo aún hoy, y que en España hace que precisemos más que en el resto de Europa, que la cultura deba llegar al pueblo para que todos alcancemos mayor dignidad como seres humanos.

Bèjart

Béjart, a lo largo de su extensa trayectoria como coreógrafo, había desplegado su universo creativo en grandes espacios al aire libre, como Palacio estatal de Moscú, Odeón de Herodes Ático de Atenas o el Grand Palais de París donde representó su espectáculos como 1789 et nous (abril de 1989), en espacios insólitos, y con coreografías en las que siempre reflexionaba como el más reconocido filósofo de la danza universal. Trató siempre temas cruciales para el ser humano; las revoluciones, las guerras que la humanidad ha vivido a lo largo de nuestra historia, otras muchas preocupaciones persistentes en nuestro tiempo y pensamiento, espiritualidad, goce, vida... Creador de piezas como, Novena Sinfonía, Sacre du Printemps, Romeo et Juliet, 7 Danses Griegas, Casta Diva, Bhakti, La Mer, … entre más de 200 obras por las que aún vive entre nosotros.

Para este ballet la inspiración le vendría desde El misterio de la habitación amarilla de Gaston Leroux, un libro en el que el detective Rouletabille utiliza una contraseña que Béjart introduce como metáfora en su obra: "Le presbytère n'a rien perdu de son charme, ni le jardin de son éclat” (El presbiterio no ha perdido su encanto, ni el jardín su esplendor), y que marca las principales escenas de la obra.

Otras visitas

Afortunada estuvo Granada con la visita del mismísimo Béjart a este festival en 2007, justo cuatro meses antes de su fallecimiento y año en que recibiría la medalla del festival entregada por Enrique Gámez Ortega (director del festival de aquellos maravillosos años), en cuya ocasión pudimos disfrutar del icono de su maestría, en su eterno Bolero (1961), obra maestra de la danza, en la que a algún intolerante entre el público nos avergonzó al resto de asistentes con el desafortunado y tímido grito de "maricones", muestra de la involutiva Granada profunda. Diez años después, en 2017(66 edición del Festival, la compañía volvía con el programa t’M et variations… y Béjart fête Maurice, manteniendo siempre esa esencia Béjartiana, con Gil Román a la cabeza de la formación, quien ya había sido designado previamente por el mismísimo Béjart como su sucesor y heredero conservador de sus obras.

Béjart Ballet Lausanne en el Generalife. Béjart Ballet Lausanne en el Generalife.

Béjart Ballet Lausanne en el Generalife.

Román (Alès, Francia 29 de noviembre de 1960), ha sabido mantener durante estos 16 años el espíritu potenciador del talento de sus enérgicos bailarines como esencia viva de las obras de su preceptor, mostrando total fidelidad, firmeza y contando con la aprobación del aclamado y seguidor público que la compañía siempre mantuvo con él en vida. Formado por Marika Besobrasova, Rosella Hightower y José Ferran, se unió al ballet del siglo XX en 1979, dónde a lo largo de treinta años interpretó sus más célebres ballets, y tras su fallecimiento asumió esta responsabilidad.

Escenario

El ballet, perfectamente adaptado al escenario del Generalife, es un complejo y emotivo homenaje a dos grandes artistas fallecidos a los 45 años, en 1991 y 1992 respectivamente, a causa del sida: Freddie Mercury alma de la banda musical británica Queen, y el argentino Jorge Donn, bailarín estrella de la compañía y pareja de Béjart por entonces.

Un arranque del ballet, en el que sus componentes se nos presentan cubiertos por sábanas blancas de donde emergen al ritmo de It’s a beautiful day, descubriendo lentamente sus presencias y adentrándose canción tras canción en secuencias llamativas, coloristas, enérgicas, a veces geométricas y con exhaustivo rigor en su uso del espacio, de sus precisas ejecuciones e interpretaciones. Una compañía poblada mayormente de magníficos solistas al servicio de un canto a la libertad que en este ballet hacen claras referencias a Donn, en representación de todos los que vivieron el desprestigio social de la enfermedad.

A modo de canciones escenificadas de Queen, el ballet se desarrolla entre las que el coreógrafo introduce, cuatro fragmentos musicales de Mozart –del Così fan tutte a la Musique maçonnique- que permitieron, sobre todo, el lucimiento de Jaulien Favreau y Fabrice Gallarrague en el rol de Freddie, Elisabet Ros, Oscar Eduardo Chacón y Antoine Le Moal quienes también destacan en sus brillantes solos.

Gracias al genio de Béjart, la pieza se convierte también en un homenaje a la danza misma, ya que, con la libertad y el eclecticismo que lo caracterizaban, mezcla sin prejuicio alguno todos los ingredientes de la danza clásica, con un magnífico el uso de la personalidad de los intérpretes, de las coloreadas puntas en algunas mujeres y en otras destrezas del conjunto. Un clásico de hoy, que a finales del S.XX fue rompedor y contemporáneo, de una personalidad al que además se le atribuye gran parte de la responsabilidad de haber elevado en igualdad la danza masculina a la femenina- ya que en siglos anteriores ésta estaba supeditada prácticamente a la sujeción y porteos de la bailarina-. El mundo de la danza había padecido casi en exclusiva una discriminación positiva en toda regla. Un lenguaje corporal con bastante simbolismo gestual e interpretativo, muy propio para la celebración del momento.

Fundación Bejart

La Fundación Béjart siempre dio fe de las brillantes cualidades creativas de Román como sucesor responsable de mantener este patrimonio artístico, que en el siglo XX desencadenara el término "bejartiano" refiriéndonos a este estilo ecléctico donde conjugan de forma holística todas las formas expresivas del arte sobre el escenario. A pesar de las repetidas ocasiones en que este se vio inmerso en acusaciones por escándalos de diversa naturaleza que enturbiaron temporalmente su prestigio, acusándole así de disfunciones comunicativas inaceptables con su troupe, y de las que Román se ha sabido salir airoso manteniéndose como cabeza artística de la compañía hasta hoy.

Béjart había escrito: "Mis ballets son sobre todo encuentros con la música, con la vida, con la muerte, con el amor... Con todos aquellos cuya vida y obra encuentran una renovación en mí. Además, el bailarín que ya no soy se reencarna cada vez por los bailarines que superan a este yo anterior". Una historia de amor con la música de Queen. Invención, violencia, humor, amor... todo está ahí.

Vestuario

Un vestuario llamativo, colorista, de blancos y negros, evocador, realizado por Gianni Versace poco antes de su muerte, con el que desfilan por el escenario novias de blanco, viudas, transeúntes en tacones, personajes con monitores sobre sus cabezas, un ángel desplegando alas sobre coturnos, acrobáticos bañistas playeros, y una habitación en la que se llegan a concentrar un gran grupo de hombres, aparentan estar encerrados y oprimidos, pero de la que salen. También aparece la bandera británica porteada por un solista roquero de Brighton y una foto de Groucho Marx. Enfermeros empujando camillas en referencias a la enfermedad evocadora del recuerdo a Donn, que se entrecruzan con dúos ausentes al drama que les envuelve. Referencias a una enfermedad que provocó terribles sufrimientos y se llevó consigo a otros muchos artistas como Rudolf Núreyev, Anthony Perkins, Amanda Blake, Rock Hudson, Gia Carangi, Brad Davis, Arthur Ashe, Tina Chow entre multitud de ellos, a todos ellos seguramente también les dedicaba la pieza. Razón más que justificada para que un bailarín a micrófono abierto diga: “Nos dijisteis que hiciéramos el amor y no la guerra. ¿Por qué el amor nos hace la guerra? Si por encima de la muerte y del dolor está siempre el amor, la unión de las parejas homosexuales o heterosexuales, da lo mismo, del amor entre todos nosotros, la energía de la juventud, el humor y, sobre todo, una vitalidad irrefrenable, llenan el ballet". “Hay cielo para todos”, nos recuerdan.

Y el espectáculo vuelve a su inicio, pero no antes de mostrarnos una proyección de Donn en Nijinsky, Payaso de Dios, célebre pieza que en vida Bèjart dedicó a Jorge Donn en 1971 con el tema I Want To Break Free, del álbum The Works de Queen, de la que vemos extractos en la proyección final. Entonces sí, es el momento de que todos sus intérpretes desciendan nuevamente al suelo, cubriéndose de nuevo con las telas mientras suena The Show Must Go. Culmina con una repetición musical de un saludo caminado frente al conmovido público que casi con un lleno del aforo del teatro respondía emocionado con un contenido y un largo aplauso, tras haber seguido el hilo argumental desde su principio a fin, sin interrupción alguna captando el mensaje. Un maravilloso tributo a la danza y a la vida.

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