Crítica

Josep Pons rinde homenaje al Festival y a Ataúlfo Argenta

  • La cita cultural ha querido recrear su primer concierto, de la mano de la Orquesta Nacional de España y en recuerdo a uno de los directores que más hicieron por la música clásica

La ONE durante el concierto en el Palacio de Carlos V

La ONE durante el concierto en el Palacio de Carlos V / Antonio L. Juárez

El Festival de Granada cumple este año setenta años de existencia, y como es lógico ha querido rendir homenaje a su trayectoria, pues no en vano es el decano de los festivales de verano. Siete décadas ininterrumpidas en las que ha mantenido un equilibrio entre la excelencia e innovación, programando a las principales figuras internacionales y apostando por jóvenes promesas y propuestas frescas y novedosas. Para rendir homenaje su historia se ha recreado el concierto inaugural del primer Festival de 1952, en el que la Orquesta Nacional de España (ONE) con su entonces director titular, Ataúlfo Argenta, se presentaban en Granada. El programa se dedicó íntegramente a Manuel de Falla, con las Noches en los jardines de España, El amor brujo, Interludio y danza de La vida breve y El sombrero de tres picos.

Es indudable que Ataúlfo Argenta fue uno de los directores que más hicieron por la música clásica en la España de mediados del siglo XX, programando repertorios internacionales y poniendo en valor a músicos nacionales como Manuel de Falla. Por tanto, este homenaje rendido en el Festival es una elegante forma de recordar su figura, a la vez que se resalta el valor histórico que tuvo aquel concierto inaugural. Para reproducir este concierto histórico la ONE contó en el podio con Josep Pons, quien fuera su titular y ahora es principal director invitado.

Una violinista de la ONE Una violinista de la ONE

Una violinista de la ONE / Antonio L. Juárez

La primera obra del programa fue las Noches en los jardines de España, tres nocturnos para piano y orquesta que Manuel de Falla trajo esbozados de París y cuya versión definitiva se estrenaba en Madrid en 1916. Esta obra sintética combina diversos elementos españoles claramente nacionalistas, relacionados tanto con el folklore como con el patrimonio histórico, con pinceladas impresionistas y un lenguaje innovador para la España del momento. Hoy en día es una obra de repertorio, que Josep Pons puso en atriles espléndidamente con la ONE y con Josep Colom como solista. La interpretación ofrecida fue muy equilibrada, con un toque nítido y presente del piano, que recreó muy hábilmente las referencias al folklore introducidas por Falla, como son la copla central o la imitación de los rasgueos de la guitarra española. Fue una versión bien perfilada y marcada por el gesto preciso de Josep Pons, que supo extraer a la orquesta un sonido limpio y de gran belleza.

Continuó el concierto con El amor brujo, en su versión para ballet de 1925 formada por una introducción y doce cuadros. En ella se describe el sufrimiento de la gitana Candelas, que quiere conjurar al fantasma de un antiguo amante y exorcizarlo para deshacerse de él. Potente en el gesto y de riqueza en timbre desde la introducción al final, Pons definió con maestría el ánimo de cada número con el ritmo y fuerza adecuados dentro de la línea argumental de la partitura. Los vientos de la ONE, precisos y buenos conocedores de esta obra, realizaron una labor excelente coloreando los diversos motivos expresivos que Falla les encomienda, sumándose al complejo tapiz sonoro de las cuerdas para caracterizar los distintos cuadros. Oportuna también fue la intervención de la cantaora María Toledo en las canciones del amor dolido y del fuego fatuo, así como en la “Danza del juego de amor” o en las campanas del amanecer que cierran la obra, con un estilo flamenco bien planteado que enriqueció la interpretación de la obra. El resultado fue una versión fiel a la concepción de Falla y correcta en todos sus aspectos.

La segunda parte se abrió con el Interludio y danza de La vida breve, la ópera que Falla llevara consigo a París como tarjeta de visita, en la que ya se presentía la Granada que más adelante sería su segunda patria chica. Estas dos piezas, una más reflexiva y otra más viva y alegre, fueron atacadas con energía por Pons ante una orquesta de muy bello sonido y buen empaste, sirviendo de preludio para la obra que cerraba el programa: El sombrero de tres picos, basado en la obra homónima de Pedro Antonio de Alarcón. Este ballet constituye una de las más acertadas y chispeantes colaboraciones de la vanguardia de entreguerras en España, que tiene en común la intervención de grandes artistas: la música de Manuel de Falla, la concepción escénica de Sergei Diaghilev con coreografías de Leonide Massine y los diseños para el vestuario y la escenografía de Pablo Ruiz Picasso.

Este programa-homenaje se cerró, como en aquel año 1952, con las dos suites orquestales de El sombrero de tres picos que Falla escribió tras el estreno del ballet y con las que se ha dado a conocer la obra. En una versión muy colorista y vitalista, Pons y la ONE demostraron la buena sintonía que existe entre ambos; el director sacó sonoridades muy ricas y equilibradas, con una rítmica brillante, incluso agresiva por momentos, que completaba el sentido melódico de los distintos números y su riqueza tímbrica.

Josep Pons, un director muy querido en Granada por haber llevado a nuestra OCG a las más altas cotas de calidad, recibió una ovación prolongada, compartida por la orquesta, por su espléndida labor a lo largo de toda la velada. Un concierto para recordar y con el que rememorar la mejor música de nuestro Festival.

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