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Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

Universos paralelos

Mariola Cantarero durante su actuación en el Palacio de los Córdova.

Mariola Cantarero durante su actuación en el Palacio de los Córdova. / Jesús Jiménez Hita, Photographerssport (Granada)

A principios de los años 20 del siglo XX, en el ámbito flamenco se impuso una etapa denominada ‘ópera flamenca’. Existen diferentes teorías acerca de este nombre. De las conocidas la que toma más peso es aquella en la que se usó esta fórmula para tributar menos impuestos ya que el flamenco lo hacía al 10% y la ópera al 3%. Fue sólo una argucia legal ya que en el flamenco no se impuso nada que tuviera que ver con la ópera como género. Exclusivamente hubo un cambio en las tendencias y gustos de los aficionados en las que el fandango o fandanguillo personal se impuso como cante estrella.

La ópera seguía su curso y el flamenco avanzaba. Dos géneros que viajaban de forma paralela y que no se encontraron en ningún momento. Y si fue así debió ser porque no era necesario o por la dificultad de aunar ambos géneros con intención de fusionarse.

Algo similar pasó la noche del martes en el Palacio de los Córdova. Se juntaron dos universos paralelos, que no se encontraron sino que discurrieron por caminos distintos en un mismo escenario.

El bel canto y el flamenco vienen de antaño. Gayarre Chico en el siglo XIX estableció tímidamente las bases de unión de ambas disciplinas aunque su discurso profesional transcurrió ajeno al flamenco. Allí nació y allí murió.

Mariola Cantarero es una magnífica artista, una de mejores sopranos de nuestro panorama. Sin embargo, en su intento de conjuntar la ópera y el flamenco hizo aguas. Reconoció que su disciplina no era el flamenco e incluso se disculpó si no conseguía el objetivo de emocionar al público. El contenido del espectáculo, de título Libre, quiso ser una fusión sostenida musicalmente en Ángel Barrios, Joaquín Turina y Manuel de Falla. De alguna manera, el flamenco en la guitarra de José Quevedo ‘Bolita’ pretendió y consiguió acercarse a lo jondo a través de las composiciones de estos artistas clásicos. ‘Bolita’ tiene ADN flamenco en sus manos y en su concepción del toque por lo que cualquier pieza de las que tocó, las aflamencó con rigor y personalidad. Se ayudó de la magistral percusión de Paquito González, un tándem que salvó la noche.

Primera parte

La primera parte del espectáculo transcurrió con el recuerdo a Ángel Barrios con aires de tanguillos en la sonanta y La novia del aire en la voz de la soprano. Desconexión entre voz y música fue el discurrir de toda la noche. Y no por mala interpretación, que fue magnífica desde la individualidad, sino porque la conjunción del grupo no cerró el círculo. De hecho, los pocos aplausos entre piezas fueron la respuesta a esta afirmación. Aires de taranta y de alegrías al toque sumaron a las piezas Hechizo y nostalgia y Con puñales de cariño mercé de la voz de Mariola un intento de aunar géneros.

Segunda parte

En la segunda parte, las composiciones de Turina fueron las que dinamizaron el ambiente. Toque de seguiriyas para letras que no conectaron. Fueron cuatro las músicas de Turina que musicaron las coplas de Ramón de Campoamor en la aguda y fina voz de Cantarero.

De lo mejor de la noche, fue el sólo de guitarra y compás de Bolita y Paquito González con una pieza de Turina que dio paso a la tercera parte de la obra sostenida sobre partituras de Manuel de Falla. Se fundamentó en siete canciones populares españolas. Reconocibles en el repertorio flamenco gracias a Manolito de María pudimos disfrutar de la copla Al paño fino en la tienda una mancha le cayó, se ha vendido por bajo precio porque ha perdido su valor. La seguidilla murciana de Falla se convirtió en una guajira cantada con mucho gusto. Es aquí donde encontramos similitudes con aquellas lejanas grabaciones de 1931 de la Argentinita acompañada del piano de Federico García Lorca en el rescate de las Canciones populares antiguas que tanto éxito le dieron a ambos artistas.

Un fandango primitivo del Albaicín, cuya melodía fue más una Jota antigua que un fandango folclórico-flamenco se acercó al acervo andaluz junto con una Nana que nos devolvió al recuerdo de la Argentinita y su Nana de Sevilla. Finalizando el recital sonó el Polo de Falla en aires de taranto, acompasado, rítmico y pulcro en la voz de Cantarero que viajó paralelo a la guitarra e individualista en el desarrollo.

El cierre oficial del programa de mano anunciaba una recuperación del toque de guajira con la pieza Blanca flor de la Alhambra y una Fantasía y bolero con soneto de Francisco de Quevedo.

Cierre

Hubo bis final por granainas, dedicadas a Marina Heredia con un cierre del archiconocido Adiós Granada de Tomás Barrera. Libre quiso ser un hermanamiento entre ópera y flamenco, entre Bel canto y toque jondo que no llegó a transmitir como conjunto a pesar de las bondades de lo individual.

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