Granada

"A nivel ferroviario, Granada está igual que hace 150 años"

  • Agraft insiste en la necesidad de instaurar una Mesa Técnica del Ferrocarril que aúne a todas las fuerzas políticas y sociales para afrontar el aislamiento

La historia se repite. Es la lectura que hace la Asociación Granadina de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía (Agraft) del aislamiento ferroviario que sufre la provincia desde hace más de un año. Mientras tanto la capital vive a expensas de saber quién será su nuevo alcalde y qué planes tiene para el AVE y lo mismo pasa con el Gobierno, pues la ausencia de dirigentes en Madrid crea más incertidumbre sobre cuándo habrá un tráfico real de trenes en Granada. "Son muchos problemas los que hay. Estamos en la tormenta perfecta con problemas de tipo económico y presupuestario, de adjudicaciones de obras por encima de la cuenta, urbanísticos aquí y en Loja, de intereses con la empresa de autobuses" y continúa la lista que enumera José Antonio Molina, nuevo presidente de Agraft desde el pasado mes de febrero.

El 2016 es un año simbólico para el ferrocarril en Granada, puesto que se cumple un siglo y medio de la llegada del primer tren a la ciudad que vino, precisamente, desde Loja donde ahora se concentran parte de los problemas de las obras para la llegada del AVE. Poco ha cambiado desde entonces, al menos en lo que se refiere al sector de los trenes. "Hace 150 años estábamos igual que ahora", explica el secretario de Agraft, Francisco Maldonado, que relata las dificultades que conllevó hacer la línea férrea Granada-Bobadilla cuya concesión se le compró al Marqués de Salamanca. "Hubo retrasos, el tren vino muchos años después y tampoco había dinero", señala sobre las similitudes respecto a la línea de Alta Velocidad que se construye actualmente.

Para que Granada se conectara al resto del mundo por ferrocarill hubo que emplear "mucho tiempo, dinero y esfuerzo". Y es que realmente Agraft sí ve una diferencia entre lo que pasa ahora y lo que ocurrió hace 150 años: "Toda la ciudad estaba implicada, no había distingos, todos los organismos públicos y políticos de la ciudad estaban inmersos en que llegara el tren, ahora no hay unidad y los partidos políticos tiran cada uno para un lado", lamenta el secretario de una asociación que desde su fundación en 2007 ha reclamado por activa y por pasiva la creación de una Mesa Técnica del Ferrocarril que implique a todo tipo de agentes políticos y sociales de la provincia para abordar las soluciones ferroviarias desde un punto de vista técnico y consensuado.

Un ente que ahora se echa en falta, pues cada día que pasa sin locomotoras la estación de Andaluces es un nuevo tren que pierde Granada. "Que a una ciudad eminentemente turística le quiten el ferrocarril supone mucho porque muchos de los tráficos que venían eran de Barcelona en su tren nocturno, aparte de que se ha ido sufriendo poco a poco una merma de los tráficos ferroviarios", indica Francisco Maldonado, quien opina que el transporte habitual de hace 30 años como era el tren se ha ido apartando sibilinamente para auspiciar el autobús y el vehículo privado.

"El tiempo ya se ha pasado porque los que pueden tomar decisiones en Granada han perdido el tiempo en discusiones", critican desde Agraft, que alertan de lo difícil, por no decir imposible, que es volver a recuperar lo que se ha llevado por delante el aislamiento ferroviario. Esto es, las numerosas conexiones por tren que no volverán, la cantidad de pasajeros, muchos de ellos emigrantes de Cataluña, que ya no tienen un tren directo con Granada y no tienen manera económica y cómoda de realizar el viaje, y también los muchos puestos de trabajo que han ido desapareciendo en una ciudad que se acostumbra una y otra vez a perder trenes.

Aunque el ánimo no decae. Desde Agraft ya se están movilizando para la conmemoración del 150 aniversario del primer tren a Granada. La asociación está preparando una serie de actos que exhibirán a final de año cuando el Metro eche a andar por las calles de la ciudad y, quién sabe, si con el AVE en funcionamiento. A día de hoy lo ven muy difícil y asumen que tristemente "habrá que celebrar el nacimiento de un muerto".

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