Antonio Lara | Historiador

“Temo mucho al uso perverso que pueda hacer la política sobre el terrorismo”

  • La nueva novela de Antonio Lara tiene como trasfondo los últimos atentados de ETA y el cese de la lucha armada

“Temo mucho al uso perverso que pueda hacer la política sobre el terrorismo”

“Temo mucho al uso perverso que pueda hacer la política sobre el terrorismo”

El historiador y novelista Antonio Lara (Noalejo, Jaén, 1957) ha publicado nueva novela. Se llama Askatu, portal número 6 y está editado por Esdrújula. Las escenas transcurren en Mondragón y Oslo en el periodo que va desde los últimos atentados de ETA y el cese de la lucha armada hasta los intentos de cerrar heridas con la aparición de los arrepentidos y el proceso de normalización de la convivencia en el País Vasco. Todo ello mezclado con los sentimientos de unos protagonistas que se mueven por las páginas de la novela como seres que buscan el lado más humano de las situaciones.

-¿Por qué una novela con el trasfondo de ETA y de sus atentados?

-Hay veces que un escritor se encuentra con las historias sin haberlas buscado. Esto es lo que me ha ocurrido con Askatu, una novela situada en el País Vasco, en concreto en el municipio de Mondragón. Viajas, visitas lugares y en la cabeza de un escritor puede surgir una historia que nunca hubiera imaginado. Es lo que ocurrió en este caso, después de varias visitas a Vitoria y a Mondragón para ver a mi hijo. Esto me permitió contactar con una realidad desconocida, pero que pronto fue despertando en mí sensaciones variadas, casi todas próximas al devenir del terrorismo y a todo lo que habíamos vivido los españoles durante tantos años.

-¿Qué le llevó a escribirla?

-Cuando entras en contacto con otra realidad con la que interaccionas, eso te provoca tal cúmulo de impresiones y recuerdos que es fácil imaginar que puedan ser compartidos con multitud de personas. Tu historia es como si fuera la historia de mucha gente, y entonces quieres contarla. La actividad terrorista de ETA fue algo tan experimentado intensamente por el pueblo vasco y la sociedad española, que sentí la necesidad de interpretar a través de una historia esa realidad, como mecanismo para expresar y comprender cómo pudo sentirse y vivirse el fenómeno terrorista en esta tierra, que lo padeció en primera persona, pero con la mirada de alguien que no era de aquella tierra.

-¿Qué ha querido significar con el título?

-Askatu es una palabra en euskera que significa libertad o liberación. Pensé que podría ser un título adecuado a la historia que fui escribiendo en la novela. La libertad que todos los habitantes buscaban en el País Vasco, aunque de manera distinta. Unos, anhelando la independencia, aunque escogieran para ello una vía violenta que no escatimaba causar dolor y muerte a toda costa, si con ello alcanzaban su fin. Otros, anhelándola, con el deseo de liberarse de la pesadilla del terrorismo que los tenía subyugados, reprimidos y con el miedo en el cuerpo. El título viene a significar esa ambivalencia del término en la búsqueda de la libertad, algo de lo que últimamente sabemos mucho cuando la palabra libertad es utilizada de manera tan interesada y espuria, desvirtuando tantas veces su sentido, sea por la ultraderecha, la derecha, la izquierda, la extrema izquierda o por el independentismo.

-Desde que apareció Patria parece que el tema está de moda.

-Tengo que decir que yo estaba escribiendo esta novela antes de que apareciera Patria. Cuando se publicó la obra de Fernando Aramburu, me dije: pero si es sobre lo mismo que estoy escribiendo yo. Se adelantó, y su fulgurante éxito hace ver ahora que lo que se ha publicado sobre el después parezca como un remedo de Patria. En mi caso, nada más lejos de la realidad. La extraordinaria novela de Aramburu es una cosa, Askatu es otra. Son perspectivas distintas del mismo problema, con enfoques literarios diferentes. La mirada de Aramburu se hace desde dentro, desde un horizonte político-sociológico, de personas que pasan de la amistad a la enemistad por mor del apoyo o no a la llamada causa de la independencia, hasta convertirlos de manera incomprensible en enemigos de la noche a la mañana. En Askatu se refleja otra mirada, la de tantos españoles que no vivimos con el aliento de ETA en la nuca cada día, pero que sus atentados nos afectaron también, despertando dolor y rabia. Lo que ocurre es que la distancia siempre tiene un efecto balsámico, y en el resto de España seguíamos con nuestra vida, mientras que a los vascos no les ocurría eso. Askatu es la mirada de quien no habiendo vivido nunca en el País Vasco llega hasta allí para descubrir una realidad nueva, pero con la carga de prejuicios que lleva a cuestas.

"Tengo que decir que yo estaba escribiendo esta novela antes de que aparecieran ‘Patria’”

-Los escenarios de la novela como Oslo o Mondragón están muy lejos de la tierra en la que usted vive. ¿Conoce esos escenarios?

-Los conozco, los he visitado. Creo que sería imposible escenificar una novela en un lugar que el escritor desconozca, salvo que imagine una realidad de ciencia ficción. En ambas ciudades he estado durante días, he respirado su aire, conocido sus calles y plazas, eso me ha permitido apuntalar determinadas escenas en la novela. Mondragón lo visité unas cinco veces durante varios días, en años distintos. Me permitió fijarme en cómo fue evolucionando la vida de sus gentes y los cambios en el urbanismo. Mi mirada, cada vez que iba, se llenaba de multitud de impresiones.

PERSONAJES

-Sus personajes son seres que han vivido la violencia etarra y que tienen que aprender a pasear sin sobresaltos. ¿Conoce personalmente a alguien que haya pasado por ese trance?

-Tuve la oportunidad de conocer y hablar con alguna gente que había padecido la presión violenta del terrorismo. Algunos de esos testimonios me han ayudado a imaginar esa atmósfera vivida, y a perfilar la idiosincrasia de los personajes de la novela a la hora de construir la historia y darle la solidez suficiente desde la variedad reflejada en la vida de esa comunidad. Hay un recuerdo que atraviesa toda la novela: el asesinato de Isaías Carrasco, que se produce en Mondragón en 2008, poco antes de que el protagonista de Askatu llegara hasta allí en su primer destino profesional. Cómo se vivió ese hecho en los años siguientes es parte del aprendizaje que muchas personas hubieron de realizar para normalizar su vida.

"La Historia seguramente hablará de esta época empeñada por una pesadilla que parecía no tener fin”

-En la novela parecen estar muy visibles sentimientos como el amor o la amistad. ¿Qué valor les da usted en la vida?

-Son sentimientos que nos hacen personas. En una historia no pueden faltar, proporcionan la solidez de lo que somos, de cómo nos relacionamos, son el sostén de nuestras vidas. Para mí el amor o la amistad son sentimientos imprescindibles para cualquier ser humano. Por eso mis personajes se quieren, anudan complicidad y se acompañan unos a otros. Y por eso busco la excusa en algunos pasajes de la novela para realizar un canto a la vida frente al tenebrismo del terror.

-¿Cree que algún día se olvidará en Euskadi esa etapa terrorista y se normalizará la convivencia?

-Espero que sí. El proceso de reflexión y cierta normalización que se inició en 2011, tras la paralización de la actividad de ETA, ha ido en aumento. Vemos a esa izquierda abertzale incorporada a la política vasca y española, a los arrepentidos de ETA que en sus testimonios reparan en el daño gratuito y absurdo infligido por la vileza de sus actos, nos congratula el despertar de la sociedad vasca hacia otra convivencia, hemos visto las aportaciones desde la cultura, con obras de literatura que van interpretando aquel tiempo, facilitando un proceso de curación de heridas, de terapia colectiva como mecanismo para mitigar el dolor. No obstante, le temo mucho al uso perverso que pueda hacer la política sobre el terrorismo y a su interés porque nunca se curen las heridas del terrorismo para beneficio propio. Lo único que realmente respeto, y siempre respetaré, es el dolor de quienes vieron segada la vida de un padre, de un hermano o de un amigo por el terrorismo. Para ellos, toda mi solidaridad.

-Usted es historiador. ¿Cómo cree que tratará la Historia esta etapa de España en la que día sí y día no había un atentado terrorista?

-La Historia nos dará muchas claves que ahora desconocemos. Eso será cuando los acontecimientos reposen lo suficiente como para analizarlos con más sosiego y distancia en el tiempo. La Historia seguramente hablará de esta época, la de nuestra democracia, empañada por una pesadilla que parecía no tener fin, que causó enorme sufrimiento, alteró la convivencia y el devenir de la política española, y que no dejaba disfrutar a los españoles de las libertades conquistadas tras una dura dictadura. También dirá que la democracia se impuso a la barbarie y que la fuerza del pueblo conquistó la convivencia. Quizás el terrorismo de ETA significará con el devenir del tiempo un episodio más, trágico al fin y al cabo, como otros que se han vivido a lo largo de la Historia.

-¿Qué opina del acercamiento de los presos etarras a cárceles de la comunidad vasca?

-Es una cuestión difícil de responder. Si tuviera que decir algo, en quienes pensaría rápidamente es en las familias de esos presos que, como madres o esposas, no pueden visitarlos con la frecuencia que quisieran. Nadie es culpable de los actos de un hijo o de un marido. Los presos, por el contrario, no me provocan ninguna benevolencia.

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