Arte en Granada

Esa realidad tan negra que existe y atrapa

Dos visitantes contemplas las obras.

Dos visitantes contemplas las obras. / R. G. (Granada)

Nadie duda, a estas alturas, que la Facultad de Bellas Artes de Granada ha sido una auténtica factoría de buenos artistas. No ha sido, ni mucho menos, una fábrica de licenciados a la espera de buenas oposiciones para cubrir plazas de profesor de Dibujo más otras asignaturas afines en cualquier instituto de educación secundaria o colegio concertado. Es claro que muchos de estos son, además artistas y, además de los buenos. Pero a lo que voy y nos interesa. La facultad que está en las antiguas estancias del Manicomio granadino ha sido un aventurado centro de estudios artísticos dando a la profesión gran cantidad de espléndidos artistas que han puesto el listón del arte que se hacía en Granada muy altísimo y han colaborado a que artistas de gran categoría copen las mejores galerías del país. No hay que realizar una lista porque en el imaginario de todos están los nombre de esos importantes granadinos que son y han sido referencia de muchas parcelas del mejor arte de España. Nombres que son muy ilustres, que están en los más significativos manuales de arte y que dan lustre a la plástica de esta ciudad. Sin embargo hay otros que, han estudiado en la misma Facultad, que han sido de los mejores expedientes, que se han destacado por una práctica de mucha solvencia, que han expuesto en muchos y buenos espacios expositivos, que han sido becados y obtenidos premios y consideraciones de alta valía pero que, sin embargo, no han tenido la suerte de aquellos otros que están en lo más alto. El arte es, muchas veces, más madrastra que madre y está invadido por unas incongruencias ilógicas que afectan a muchos que no se encuentran en los circuitos de campanillas que por méritos propios les corresponderían.

Siempre he considerado a Carmen Sicre como una artista con infinita fuerza creativa; con unas capacidades portentosas y unos desarrollos y desenlaces artísticos de muchísima importancia. La hemos visto en muy buenas comparecencias, siempre generando actuaciones de enjundia, con altos valores donde el arte completo, las posiciones multidisciplinarias y el concepto marcaba las diferencias en un plástica avanzada donde se formulaban espacios creativos de verdadero interés. Sin embargo, las injustas posiciones que intervienen en el arte no han sido excesivamente generosas con Carmen Sicre, situándose en un estamento que podía, por puro merecimiento, estar mejor posicionado. No obstante ella no es artista de quedarse quieta y ver pasar las actuaciones de los demás. Todo lo contrario, ella, desde siempre, ha sido tremendamente activa y ha luchado con ahínco para que su trabajo, amplísimo, generador de muchas buenas esencias y mantenedor de las más vivas circunstancias del arte avanzado, no durmiera el sueño de los justos ni estuviese en el cajón de las acciones no realizadas.

Una de las obras de la muestra. Una de las obras de la muestra.

Una de las obras de la muestra. / R. G. (Granada)

Dos han sido principalmente las actuaciones de Carmen Sicre de las que este humilde crítico de arte ha sido testigo. Sé de muchísimas más, The National Art Center de Tokio. Hiroshima Museum, Kioto Municipal Museum, Centro Cultural caja Granada, Museo Arqueológico de Almería, Reales Alcázares de Sevilla, Museo de Cádiz, Salas de la Coracha de Málaga, etc. Su obra ha estado en exposiciones colectivas e individuales por toda España, Europa y Japón. Por eso, Carmen Sicre no es una artista neófita. Ni mucho menos. Dentro de ese arte de intervención, es artista conocida, respeta y siempre solicitada.

Exposición

La presente exposición se encuentra en la Sala La Empírica. Allí la vi por primera vez y me entusiasmó su trabajo. Tiene como título La noche y parte de una de las problemáticas existentes en nuestra sociedad: la violencia sexual ejercida contra los niños en distintos ámbitos y, la distinta repercusión que tal hecho tiene en el resto de la sociedad, a veces, incluso, con una desapasionada permisividad.

Carmen Sicre se introduce de primera mano en la problemática. Un mundo oscuro, donde habita el horror, el miedo, la ira, centra el conjunto del espacio. Todo el mal pende de ese espacio que, no obstante deja abierta una minúscula esperanza que, asimismo será portadora de otras problemáticas; la que se encuentra tras pasar el problema, los efectos que provoca, la incomprensión...

La instalación está cargada de fuerza, de compromiso social. Es un canto agónico. En una pared de la sala se extiende un gran tela que se abre recordando las alas de un posible ángel. Encontramos cristales rotos que forman una especie de río. En otra parte de la sala aparece un autorretrato. Las personas que han pasado por tal trance se representan mediante espejos rotos; no se ven sus rostros pero se presienten y se nota que se encuentran inmersos en un infierno.

El trabajo de Carmen Sicre, una vez más, no deja a nadie indiferente. Es toda una metáfora sobre la existencia humana, sobre el mal que tanto acecha a los más débiles. Porque Carmen Sicre es artista total; una artista de acción, valiente, arriesgada, tremendamente arriesgada, que realiza un arte comprometido con estas actuaciones donde se descubren infinitos asuntos y donde el concepto se amolda a muchas intervenciones, superando un único planteamiento formal. Precisamente su trabajo interesa por ponernos en sintonía con una obra que formaliza una realidad expresada desde muchas posiciones intervinientes; todas de profunda contundencia plástica.

Carmen Sicre sigue convenciendo con un arte a contracorriente; ese que por el cual todo queda supeditado a la fuerza viva de la forma ejercida desde una realidad conceptual muy bien establecida. Es el arte personalísima de una artista siempre actuante.

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