Novedad literaria

"Aquí no puedes pasar mejor el rato que ociosa en los Jardines": cuando Virginia Woolf se enamoró de Granada

Retrato de Virginia Woolf.

Retrato de Virginia Woolf. / G. H.

A lo largo de sus casis sesenta años, Virginia Woolf (1882-1941) cultivó infinidad de géneros literarios, que le valieron un lugar en el olimpo de la literatura. Puso su firma en La señora Dalloway, Los años, Orlando y, por supuesto, Una habitación propia, probablemente su obra más conocida. Un producción que respondía a la "intoxicación" que para la británica suponía escribir ficción y a la que, como cura, utilizaba las cartas y diarios, "la alternativa más encantadora y entretenida", placer que cultivaba especialmente durante los viajes. Un nuevo libro, De viaje (Nórdica), pone de manifiesto esta faceta de la escritora, en un intento, como afirma Patricia Díaz Pareda en el prólogo, de modificar "la imagen de mujer atormentada enfermiza y depresiva que la ha perseguido". Así, entre otras cosas, este volumen muestra el amor que Virginia sentía hacia España ("no hay país más encantador", le llega a decir en una carta a su amiga Vita), un amor donde Granada ocupa un lugar destacado. 

En dos ocasiones visitó la londinense la ciudad de la Alhambra. La primera de ellas en abril de 1905, cuando aún se apellidaba Stephen y tenía apenas 23 años. Lo hizo junto a su hermano Adrian, en una travesía que partió de Liverpool hacia la Península Ibérica, llegando en primer lugar a Lisboa, después a Sevilla y, finalmente, a Granada. De la capital hispalense, Virginia destaca la catedral de la que dice que "no es bonita de verdad, pero sí impresionante", así como la marea de "casas blancas con techos marrones" que observa desde la Giralda. 

Tres días estuvo Virginia en Sevilla, prácticamente los mismos que en Granada, a donde llegó el 12 de abril a una "región silvestre y montañosa", escribió en su diario ese día en referencia a Sierra Nevada. El Hotel Washington Irving (en sus diarios la autora se reconoce como una fanática de los hoteles) fue su primera parada y de ahí caminaron para visitar la ciudad, ya el día 13.

De esta primera visita, la británica destaca los jardines ("merecen mucho la pena") y, por supuesto, la Alhambra, que define como "un palacio moro con muros amarillos deteriorados". Eso sí, tampoco parece muy entusiasmada con la catedral, "un edificio aburrido y florido, muy recargado", donde lo único que salva son las tumbas de los Reyes Católicos. 

Estado actual del Wahington Irving, hotel que acogió a Virginia Woolf. Estado actual del Wahington Irving, hotel que acogió a Virginia Woolf.

Estado actual del Wahington Irving, hotel que acogió a Virginia Woolf. / G. H.

El 16 de abril, muy temprano, los hermanos Stephen ponen rumbo de nuevo a Portugal, para regresar a las islas. Antes, ya habían prestado "sus respetos a casi todo el mundo" y deciden pasar su último día en Granada paseando y "haciendo la ciudad". De este último día, Virginia destaca el Generalife, de los que refleja en su diario que "aquí no puedes pasar mejor el rato que ociosa en los Jardines, apoyada en el viejo muro soleado y mirando la gran y extraña vista de abajo". 

Hacia el sur. Viajes por España de Virgina Woolf (Itineraria) recoge también otras impresiones que causó la Alhambra en la autora, que llega a decir que "empequeñece al más hermoso jardín de Inglaterra”. También deja escrito la autora el modernismo de Granada, vista como una ciudad muy avanzada a su tiempo, representando obras de Tolstoi apenas unos años después de su publicación. 

Fruto de estas primeras impresiones españolas es The voyage out, el debut como novelista de Virginia, "una obra en la que no hace mención directa a Granada, pero donde se puede seguir la experiencia de aquel viaje.

Visita a Gerald Brenan 

Virginia regresó a España en 1923, ya casada con Leonard Woolf, de quien 'heredó' el apellido. Después de estar en varios puntos del país, se trasladaron "en un viaje terriblemente largo" a Yegen, en la Alpujarra, para visitar a Gerald Brenan, donde estuvieron hablando de literatura, según Virginia, doce horas al día.

En este segundo viaje, Woolf no escribió nada en sus diarios, como señala Díaz Pareda en la edición de Nórdica, por lo que la única constancia de su estancia se hace a través de las, pocas, cartas que envió a sus conocidos y amigos, y de lo que otros contaron de esta estancia.

Así, por ejemplo, se sabe que Brenan recibió al matrimonio en la estación de trenes y de ahí se fueron a los toros porque llegaron el Domingo de Resurrección. Virginia excusó su asistencia y se retiró a la casa de los Temple, al pie de la Alhambra, propiedad de quien fue en su día gobernador británico en Nigeria, y quien ya retirado, decidió fijar su residencia en Granada.

En Al Sur de Granada (1957) su autor escribe de Virginia: "Hablaba tal y como escribía, de una forma igualmente íntima, de modo que ahora no puedo leer una página de The common reader sin que su voz y su entonación se me hagan presentes". Y más adelante: "Recuerdo a Virginia como una persona totalmente distinta, corriendo por las colinas, entre las higueras y los olivos. Se me aparece como una dama inglesa nacida en el campo".

Por su parte, Virginia describe en una carta enviada a Vita Sackville-West a Gerald Brenan como "un inglés que no hace nada sino leer en francés y comer uvas". 

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