Javier Gilabert, poeta y profesor

Javier Gilabert: "La idea es esbozar una suerte de gramática de la mirada"

Javier Gilabert: "Prefiero los poemarios que tienen coherencia interna frente a aquellos que son una mera colección de poemas"

Javier Gilabert: "Prefiero los poemarios que tienen coherencia interna frente a aquellos que son una mera colección de poemas" / Archivo (Granada)

-El título de Todavía el asombro parece indicar un gerundio, algo que aún sigue apareciendo y actuando, ¿no es así?

-El título del libro sugiere, efectivamente, una continuidad en la experiencia del asombro. El uso del adverbio "todavía" y la elipsis de una posible forma verbal (que pudiera ser “se necesita”, “perdura”, “funciona”, o cualquier otra que el lector perciba que debe añadir) quiere dar a entender que el asombro debería persistir en nuestra percepción de lo que nos rodea en el momento actual. En cierto sentido, sugiere que el asombro es una sensación recurrente que permea a lo largo del libro, invitando al lector a enfrentarse a la realidad teniendo presente que la capacidad de maravillarse sigue vigente. Pero también dice lo evidente: el libro existe gracias a que dicha capacidad de asombro, intacta en el niño, y que en los adultos va mermando con el tiempo, es recuperada por el sujeto poético y puesta al servicio de los poemas que conforman el volumen.

-La mayoría de poemas del libro aparecen seriados, redactados con una asombrosa precisión tras su brevedad, ¿por qué escribir con tan pocos versos?

-Efectivamente. Del poema inicial, dividido en cuatro partes, devienen los cuatro capítulos centrales del libro, y cada uno está a su vez compuesto por 13 poemas sin título y numerados consecutivamente, que se ocupan de las temáticas apuntadas en dicho poema inicial. De un lado, como bien apunta el poeta Julen Carreño en el prólogo, el libro ha sufrido muchas variaciones en los casi 3 años que me ocupó su escritura, y ya muy inicialmente fue concebido como una “epigramática del asombro”; de ahí las citas iniciales y final de dos de los clásicos autores de epigramas: Catulo y Marcial, sobre todo en lo que a la brevedad y a la concisión de los poemas respecta; así, salvo el inicial y el final todos tienen 3, 5 o 7 versos. Por otro lado, me propuse despojar al máximo los poemas de todo artificio, hasta dejarlos en la esencia, pero sin que ello mermara su profundidad. Siempre me han llamado la atención los poemas que no necesitan mucho para llegarnos muy dentro; así lo manifiesto en uno de ellos: Siento fascinación por los poemas / que ocupan poco espacio en el papel / y envueltos en silencio te destrozan”.

-En Gramática del asombro, el poema inicial, se anuncian los temas que sirven como eje para el poemario: el instante, la luz… ¿Por qué esta anticipación en un título que describe, precisamente, ese proceso del asombro?

-Precisamente porque, como el título de dicho poema preconiza, en Todavía el asombro la idea es esbozar una suerte de “gramática de la mirada”. Me pareció interesante proponer una guía que permitiera al lector adentrarse en la obra, al tiempo que funcionaba a modo de elemento cohesionador del conjunto. A día de hoy, prefiero los poemarios que tienen una coherencia interna frente a aquellos que son una mera colección de poemas (y que, por supuesto, son tan válidos como los otros; es una opción personal).

-¿Y por qué el asombro? ¿Por qué ese fenómeno como epicentro del libro?

-La mayoría de los poemas parten de una imagen, de una fotografía que tomaba de aquello que llamaba mi atención: paisajes, nubes, atardeceres, árboles. De su observación atenta surgían los poemas y cuando los agrupé y volví sobre ellos tuve claro que precisamente el asombro ante la belleza de lo cotidiano, aquello que tenemos a la vista y a lo que no damos valor, o ante cuestiones tan esenciales como el mero hecho de abrir los ojos cada mañana, era el elemento que todos ellos tenían en común y funcionaba como aglutinador.

-Uno de los poemas del libro arranca con: "Escribir es arar/trazar en el papel/surcos con versos”. ¿Describe esto el modus operandi tras el proceso creativo de la obra?

"Prefiero los poemarios que tienen una coherencia interna frente a aquellos que son una mera colección de poemas"

-En cierto modo sí, pues detrás de ellos hay un gran trabajo de reflexión y depuración. Un poema no es un huevo que se echa a freír, en mi opinión. Requiere de inspiración, sí, pero que -como decía aquel- ésta te llegue mientras estás trabajando. Es lo que solemos llamar “fase de pulido” y la considero esencial para que un poema y más aún un libro queden lo más dignos posible. Además, la idea es un guiño a la etimología latina de la palabra “verso”, que hace referencia a esas hileras o surcos recurrentes que forman los renglones de un poema.

-En la contraportada, Diego Vaya habla de “realidad hiperdigitalizada, sobresaturada de información”. ¿Cuánto se preocupa el poemario realmente por esto?

-Leer poesía requiere de pausa y, si me apuras, recogimiento, en oposición a la manera inmediata, masiva, sobresaturada en la que en esta era digital nos llega la información que consumimos. Así, “Todavía el asombro” reivindica la necesidad de dedicarle tiempo a la reflexión y a la contemplación, la importancia que precisamente en esta época convulsa de la posverdad y la posveracidad, donde la vida real se encuentra secuestrada por los móviles y en la que importa más lo siguiente que lo presente, tiene el estar “dispuesto a descubrir / lo bello que se esconde / tras las pequeñas cosas”.

-Hay más de una dedicatoria a lo largo de todo el texto, ¿qué tienen que ver estas personas con el asombro?

-Tienen que ver, por un lado, conmigo y con que yo esté aquí, en este punto, publicando libros y con la gran fortuna de que éste en concreto haya sido reconocido con un premio tan importante. Gracias a esas personas llegué a la poesía y aprendí lo poco que sé. También hay un agradecimiento expreso a quienes con sus consejos al leer el manuscrito lo hicieron mejor: ellos y ellas saben quiénes son. Y cuánto significa para mí su atenta y generosa lectura. Por último, la dedicatoria principal, la del libro, es para mi querido y admirado Rafael Guillén in memoriam. Tuve la fortuna de compartir su amistad en los últimos años de su vida y, con la generosidad que le caracterizó, tuvo a bien leer el manuscrito y regalarme buenos consejos que lo hicieron crecer. Era de justicia.

-Ya ha pasado casi un año desde la entrega, ¿cómo se siente aún el haber ganado el Premio de Poesía Blas de Otero?

-Lo cierto es que muy bien. A pesar de que la entrega del premio fue en diciembre del 22, lo realmente importante es el libro, y éste, como quien dice, acaba de ver la luz. Y en poco más de un mes el balance no puede ser más positivo: una decena de reseñas (generosas en exceso) dan cuenta de la buena recepción que está teniendo, además de los muchos comentarios que me llegan en redes o por privado; al fin y al cabo, escribimos para ser leídos. Y esas lecturas, la manera en que la gente está haciendo suyo este poemario, colman todas mis expectativas. Por otra parte, al publicarse a mediados de octubre, aún estoy como quien dice “de estreno”, inmerso en la gira de presentación. Primero fue Sevilla, luego Córdoba y el día 30 podré compartirlo con las personas de Granada que se animen a acompañarnos a Gerardo Rodríguez Salas y Fernando Jaén, mis presentadores de lujo, y a un servidor en la Biblioteca de Andalucía. Después vendrán Jaén, Almería y Málaga y también están pendientes de cerrar nuevas ciudades. Así pues, el buen sabor de boca perdura y lo hará aún durante mucho tiempo. Ganar un premio importante de poesía es algo tan difícil que hay que disfrutarlo y valorarlo como merece.

-¿Qué viene después de 'Todavía el asombro'?

-Muchos proyectos, como viene siendo habitual [risas]. En lo colectivo, pronto se presentará una nueva edición del Premio Nacional de Poesía Ciudad de Churriana, del que soy Coordinador junto con Fernando y Gerardo, y de Vega Poética, el festival de poesía que va aparejado al premio. Además, están ya en marcha varias iniciativas que implican la participación de muchas y muy interesantes voces y que serán una realidad en 2024. Y en lo personal también cuento con material inédito al que buscarle un hueco. Pero ahora, lo que procede es disfrutar de este libro e intentar darle la mejor de las vidas posibles. Desafortunadamente, los libros poesía tienen fecha de caducidad, y no precisamente lejana.

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