José Antonio Alcantud, catedrático de Antropología de la UGR

José Antonio Alcantud: "Las conquistas del movimiento obrero clásico se trascienden con la autoexplotación"

El catedrático de Antropología de la Universidad de Granada presta este martes 'Verdad, postverdad y suprarrealidad'.

El catedrático de Antropología de la Universidad de Granada presta este martes 'Verdad, postverdad y suprarrealidad'. / Antonio L. Juárez/ Photographerssport (Granada)

José Antonio Alcantud es un escritor prolífico. Uno de los cinco libros del catedrático de Antropología de la Universidad de Granada que ven la luz este mes es Verdad, posverdad y suprarrealidad, es una recopilación de artículos de opinión publicados en prensa vuelven a mostrar su mirada lúcida e irónica de la realidad actual. El volumen, que ve la luz en la editorial Alhulia, será presentado este martes a las 19:00 en la sede del Ateneo de Granada en un acto que el que estará acompañado por el director de cine Ignacio Guarderas y el catedrático de Historia del Arte de la UGR Ignacio Henares Cuéllar.

-El libro recopila textos publicados en los diarios de Grupo Joly, Atalayar y Trapezio durante una década. ¿Por qué han estructurado de forma temática y no cronológica o medios?

-He que querido recopilarlos por campos de mi interés. El internacional, que tiene mucha importancia. Los temas locales, que he abordado por el lado de la cultura con menciones a la política. Había artículos que habían desaparecido de internet, como en el caso de Atalaya o Cántara, revistas digitales que desaparecieron. Eso me llevó a plantearme recoger algunos, aunque otros, como los que aparecieron en Trapezio, se publicaron en un libro propio. 

-Hablando de internet. En la introducción hace referencia a esa tecnología que apuntaba a “nueva y más sofisticadas maneras de ejercer la democracia”. Con todo lo que está pasando ahora con Elon Musk, ¿está quedando más patente su reverso tenebroso?

-Sí, evidentemente. Yo he sido partidario de las nuevas tecnologías como complemento, nunca como un fin en sí mismo. Lamento que grandes entusiastas de lo virtual hayan preconizado la muerte del libro o de los diarios en papel, como si todo eso fuesen restos de un pasado tecnológico en vías de desaparición. Si eso ocurriese sería verdaderamente un desastre porque su conllevaría una realidad panóptica, distópica, con un control del pensamiento y el poder. Trasmiten opiniones en formato eslogan, de manera que no haya espacio para las lecturas en profundidad, que son las que forman la opinión pública. Yo nunca he sido aficionado a Twitter porque era demasiado elemental. Un poco más a Facebook pero también tengo mis prevenciones al respecto. Sé que son formatos complementarios, nunca formadores de opinión pública. 

-Pero así lo están viendo los políticos: más que como formadores de opinión, como la misma realidad.

-Claro, es que tenemos un problema con el estatuto de lo real. A lo largo de estos años, con intervenciones episódicas en diferentes medios de prensa, he intentado poner un contrapunto a esas opiniones formuladas con ligereza. Procuro mirar un poco más allá de la inmediatez. Se ha producido una distorsión, con la irrupción de las nuevas tecnologías. Una ficción en la cual se desarrolla la propia vida universitaria con esto que llaman inteligencia artificial, que está muy bien pero no es fundamento de la cultura universitaria ni por asomo. 

-Usted que es catedrático de la UGR, en el libro se muestra muy crítico con un sistema universitario: “No se cooptaron a los mejores debido a su tiempo, sino a los clientes de los clientes” y ministro tras ministro, “han apuntalado el pesebre”. ¿Por qué hay tan pocas voces críticas en la universidad y que trasciendan a los medios? ¿Es la nueva Casa Real?

-Sí, porque la universidad es como el último peldaño en el que debiéramos creer la ciudanía cuando las religiones han quedado acotadas. Parece que la universidad fuese la detentadora de un saber laico, secular y que trasciende a todo y por tanto que tiene la última palabra en todo. Sobre eso se ha establecido un tabú. Yo antes que docente y catedrático universitario fui profesor de instituto muchos años. Eso me proporcionó una cultura crítica de base académica para ver con unos ojos distintos lo que era la Universidad. Uno de mis temas de investigación fue el clientelismo político. Lo publiqué en año 96, cuando nadie hablaba del tema y sólo tuvo repercusión en los medios académicos aunque tenía que haber generado un debate público. Uno de los elementos de ese clientelismo está sostenido en la vida universitaria.   

"El clientelismo político está sostenido en la vida universitaria"

El libro de José Antonio Alcantud recoge textos publicados en los diarios de Grupo Joly. El libro de José Antonio Alcantud recoge textos publicados en los diarios de Grupo Joly.

El libro de José Antonio Alcantud recoge textos publicados en los diarios de Grupo Joly. / Antonio L. Juárez/ Photographers (Granada)

-Arranca la recopolación con un artículo dedicado a los jueces. “Uno de los cuerpos del estado en el que recaen los conflictos más variopintos, verdaderos rompeolas de la grave crisis social e institucional en la que vivimos”. Y continúa: “Acceder a la judicatura requiere años de inhumana preparación”. ¿Qué opina de lo que está pasando con la Ley del Sí es Sí y de las declaraciones de la ministra que les recomienda un curso de reeducación?

-Sigo poco la actualidad inmediata pero me llegan los ecos. El cuerpo judicial está sometido a unas tensiones desde hace años porque se trasladan conflictos que se debieran resolver en otras instancias previas. Como se ha producido una judialización en España de la vida política, tienen que decidir sobre si un sello de correos es legal o no es legal o sobre una ley sobre género. Imagínese lo que les llegan a las mesas y tienen que tirar de leyes que son ancestrales para justificar las decisiones. 

"Al homo consumidor, en cuanto lo dejan suelto, vuelve a las andadas"

-Habla de la cultura del mall. ¿Al final ha impuesto esa sociedad, como decía Luis Arsuaga, que trabaja toda la semana para ir el fin de semana al supermercado?

-Parecía que con la pandemia íbamos a redefinirnos para ser una cultura más comedida, más frugal en el consumo... Pero todo esto se ha demostrado, como era previsible, que es una ficción. Al homo consumidor, en cuanto lo dejan suelto, vuelve a las andadas. ¿Qué ha ocurrido? El que trabaja, trabaja a destajo en jornadas que no respetan las conquistas del movimiento obrero clásico, que se trascienden con la autoexplotación. Y luego hay un ocio explosivo. No sólo no ha disminuido la jornada de trabajo sino que ha aumentado en todos los sectores. Hoy parece que son 24 horas sobre 24 con episodios breves de explosión ociosa. Eso provoca distorsiones porque no hay un equilibrio. 

"No sólo no ha disminuido la jornada de trabajo sino que ha aumentado en todos los sectores"

-En Un cadáver inquietante Lorca, se muestra muy crítico con el “lorquismos” que “no ha dejado de ser, como todos los cultos, una enfermedad" que "ha desdibujado al propio Federico” a fuerza “de amores desmedidos y protecciones innecesarias”. También con la familia, a la que pide que “una explicación rápida y pronta que disipe todas las habladurías”. El texto se publicó en 2016. ¿Cuatro años después seguimos igual?

-A la familia no la entiendo. Es un tema que tenían que haber resuelto cerrando un capítulo que sigue inquietando a la ciudadanía. No pueden mantenerla in albis. Tenemos derecho a enterrar a nuestros muertos y creo que Lorca también es nuestro en cierta forma. Muchos escritores como Lorca y Ganivet siguen con las venas abiertas y sin cerrar ese capítulo. 

-En el libro dedica varios artículos al tema de Al-Ándalus. ¿Cómo ha evolucionando el rechazo de la derecha española a una parte de la historia del país? ¿Se ha exacerbado? 

-En los últimos tiempos paradójicamente se ha desactivado porque el conflicto con Marruecos, que en cierta manera encarnaba ese Al-Ándalus imaginario, ha ido a peor desde hace dos años a esta parte. Pero hasta esa fecha grupos de comunicación poderosos y editoriales negacionistas denunciaban que había una campaña de penetración ideológica del yihadismo apoyada por los países árabes en general... Ahora eso lo veo con más contención. En el momento actual, el conflicto con Marruecos nos enseña a algo que había dicho hace años: el problema no es la religión sino la política. 

-Y, cómo lograr que ese “estado de alerta, de permanente crítica” del que habla en libro, no se permita "el lujo de avinagrarnos”.

-Yo he decidido no tener en mi vida es estado de avinagramiento y eso se consigue mediante una visión irónica de la realidad para uno mismo y para los demás. Lo postmoderno de esa crítica es que sea irónica con la realidad, no un nudo intestinal que corroe a uno y al otro. Hace tiempo publiqué el librito 'Los combates de la ironía y risas premodernas frente a excesos modernos'. Ahí me di cuenta del poder que tenía el estado humorístico o no hubiese sobrevivido, porque vivo un ostracismo en mi propia ciudad por razones de orden político-cultural. Soy crítico pero no quisiera ser avinagrado porque sé de mis propias debilidades y no voy a hacer causa de nada. 

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