Música

Cuando Sabina nació en Granada

  • El ubetense se trasladó a la capital para estudiar Filología Románica, entrando en contacto con un mundo nuevo que terminaría por configurar su personalidad 

  • Este fin de semana vuelve a la ciudad para ofrecer un doble concierto en la Plaza de Toros 

Joaquín Sabina en La Tertulia en una imagen de archivo.

Joaquín Sabina en La Tertulia en una imagen de archivo. / G. H.

Pongamos que hablo de la Granada de la segunda mitad del siglo XX. Las sierras se han vaciado de maquis y la alternativa al Franquismo se ejerce ahora a pie de calle, con las universidades y los estudiantes como las principales puntas de lanza, con el sindicato de la Universidad de Barcelona y, por supuesto, el Mayo 68, como máximos exponentes. En este contexto, un joven que aún responde al nombre de Joaquín Martínez Sabina se traslada a Granada para estudiar Filología Románica, sin saber que aquella visita le cambiaría la vida. Más de cincuenta años después, el ubetense regresa a la ciudad de la Alhambra para ofrecer un doble concierto en la Plaza de Toros.

"Todo lo que he sido luego, todo lo que he hecho luego [...] todo lo que he follado luego, todo lo que he bebido luego, el germen de todo eso cristalizó en los cuatro años que pasé en Granada", le contaría años después Sabina al escritor Javier Menéndez Flores, que este después recogería en la biografía Sabina en carne viva. Yo también sé jugarme la boca (Ediciones B, 2006).

Aquel Joaquín, a las puertas de la veintena, dista mucho de ser el crápula que llegaría a vender más de diez millones de discos. Era un joven de pueblo, cuyo mundo cultural se limitaba "al colegio de los Salesianos y a la misma de doce los domingos", y que todavía no había leído "a Neruda ni a Sartre ni a nada que oliera a antifranquismo", como le contó a Menéndez Flores. Todo eso cambió con su llegada a Granada, y especialmente, cuando conoció a Pablo del Águila, compañero de clases que, pese a ser menor que él, terminó por convertirse en su pigmalión. 

Fue Del Águila quien introdujo a Sabina en el mundo de la poesía, y lo hizo con dos libros Residencia en la tierra y Los versos del capitán, ambos de Neruda, pero también le puso en la órbita de otro latinoamericano, el peruano César Vallejo, que a la postre terminaría por convertirse en uno de los referentes del cantautor, de hecho, la otra biografía de Menéndez Flores sobre Sabina, Joaquín Sabina. Perdonen la tristeza (Janés, 2000), toma prestados unos versos de Poemas humanos para el título. 

Retrato de Pablo del Águila en una foto de un carné universitario. Retrato de Pablo  del  Águila  en una foto de un carné universitario.

Retrato de Pablo del Águila en una foto de un carné universitario. / Archivo

Del Águila, a quien Sabina recuerda con una larga "una bufanda umbraliana" y que recitaba a Rilke de memoria, terminaría por quitarse la vida "en Nochebuena, apenas rebasados los veinte, con toda la familia en la habitación de al lado”, como el autor de 19 días y 500 noches le contó a Menéndez Flores, dejando para siempre una huella en el cantautor que sigue vigente todavía. 

No es el único nombre propio que aparece en la biografía granadina de Sabina. A lo largo de su estancia universitaria, el ubetense entablaría relación con intelectuales de la época, como Bernabé López García (familiar de Lorca), a quien Sabina considera "el segundo tipo de Granada más querido", junto a su mujer Fanny Rubio. Los tres, junto a Del Águila, organizaron en el 68 un recital poético en la Facultad de Filosofía y Letras, en el edificio que actualmente ocupa Traducción e Interpretación, con textos de la Generación Beat. 

Aquella amistad terminaría por llevar a Sabina a firmar otro de los capítulos más importantes de la vida cultural de la ciudad en el final del franquismo, Poesía 70. Del Águila, de nuevo, junto a Bernabé y Fanny, y otros jóvenes formaron un grupo de universitarios en el que también estaba Juan de Loxa, ideólogo de lo que primero fue un programa de radio y, después y de forma breve, una revista literaria. 

En el punto final de 1986 salió el primer número de la revista, en cuyas páginas, junto a otros nombres como José Heredia, Enma de Cartosio, Félix Grande, Carlos Cano o Aute, aparecía el de Joaquín Sabina, con un poema titulado Todas las tardes de domingo muere una flor amarilla en los tejados.

Como no podía ser de otra forma, Sabina entabló amistad, aún vigente, con otro poeta, Luisito García Montero, que él incluye dentro de la categoría de poetas líricos, junto a Almudena Grandes, Felipe Benítez Reyes y Benjamín Prado. 

El título honorífico de Granada

Los (pocos) años que Sabina estuvo en la ciudad le permitieron incluso obtener un título honorífico, ser el introductor de la primera minifalda, con su novia Leslie, una medalla que lleva "con mucho orgullo", como él mismo reconocía en una entrevista a GranadaHoy en 2006.

Bromas aparte, Leslie, "la chica más deseada de Granada", en palabras de Sabina, era una estudiante escocesa que se encontraba desarrollando una tesis en España y que, como Del Águila, puso a Sabina en la órbita de Bob Dylan. Fue también "el primer canuto y el primer polvo" del autor y uno de sus primeros intereses amorosos.

Como él mismo cuenta en Sabina en carne viva, Leslie fue quien le permitió tender el puente con Londres, a través de Mariano Zugasti, para huir a Inglaterra cuando se encontraba perseguido por el régimen: "Unos días antes de que yo me fuera a Londres llegaron a mi pueblo un par de macizas amigas de Leslie y estuvimos recorriendo todos los bares de Úbeda y Baeza durante 48 horas, con un escándalo brutal porque se lo contaron a mi padre. Bueno, pues esas macizas iban con Mariano Zugasti. El caso es que, en plenaborrachera, dije: «Yo no quiero ir a la mili. Además, estoy perseguido porque ha caído la célula de tontos útiles del PCE de Granada y tengo que presentarme en la mili dentro de cinco días. Y por si esto fuera poco tengo una novia que es vuestra amiga, y me encantaría reunirme con ella".

Joaquín Sabina durante un homenaje a Alberti en la Universidad de Granada. Joaquín Sabina durante un homenaje a Alberti en la Universidad de Granada.

Joaquín Sabina durante un homenaje a Alberti en la Universidad de Granada. / Efe

Fue así como Joaquín dejó Granada y, durante un tiempo, dejó también su apellido, para ser Zugasti, quien le dejó su pasaporte para poder huir junto a su novia, de la que finalmente terminó separándose y que, como cuenta en la biografía "llevo veinte años buscándola. Cada vez que he tocado en Las Ventas he tratado de localizarla".

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