Crítica de teatro

Qué menos que un Seiscientos, Mariano

Rogad a Dios por el alma de D. Mario Díez Collado; su desconsolada esposa, doña María del Carmen Sotillo, ruega una última oración por su alma. Otra oración merece Lola Herrera, más explícita y orgánica; por su arrebato sometido a rigor, y su talento para entregar al público, una vez más desde 1979, la España partida en dos mitades.

Hace meses que resultaba imposible adquirir una entrada; en pocas semanas, todas las localidades del Falla fueron ocupadas, porque esta vez sí que no habría segundos carruseles que tomar; Lola Herrera, doña María del Carmen Sotillo se despedía de Granada. Josefina Molina, directora histórica de la obra, reconoció que en 1979 la obra estaba montada para 15 días. Cinco horas con Mario de Miguel Delibes (1966) resiste incólume a la fatiga y al olvido por culpa -o gracias- a su dúo custodio, Herrera y Molina.

Dentro de la casa de los Díez Sotillo, recogida en una escenografía provinciana, la actriz develaba el espacio, al par que lo colmaba; igual que tantas otras veces, no solo hizo disfrutar al auditorio, sino que ella reflejaba esa miscelánea de satisfacción y melancolía que presagian las despedidas. Herrera fue capaz de entregar los sentimientos que la escena procuraba.

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