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Viaje a ninguna parte

Fue una etapa más en la previsible caída de aquella repugnante cuadrilla de malhechores que se creyeron dioses, pero para entonces ya había pasado el tiempo de los exquisitos lamentos y las orgías desesperadas. El Tercer Imperio se había derrumbado y los jerarcas nazis huían como ratas del más que merecido castigo a sus monstruosos crímenes. Algunos consiguieron escapar, otros se suicidaron o fueron apresados y felizmente ejecutados. Entre esas ratas se encontraba Ernst Kaltenbrunner, sucesor del sinuoso Heydrich y estrecho colaborador del despiadado Himmler, que como otros de sus camaradas buscó refugio en la región alpina del Salzkammergut. La huida fue recreada por Franz Kain (1922-1997) en una hermosa y terrible novela de mediados de los 70 donde el narrador austriaco imaginó cómo habría podido ser esa última escapada de Kaltenbrunner antes de su arresto por las tropas norteamericanas, que lo entregaron a los jueces de Núremberg.

La edición de Periférica acompaña El camino al lago Desierto de un esclarecedor posfacio de Sigurd Paul Scheichl donde se diseccionan las claves, no siempre expresas, de la novela, que puede disfrutarse sin atender a ellas pero se aprecia en mayor medida si conocemos las alusiones soterradas. El viaje a ninguna parte de Kaltenbrunner se divide en nueve capítulos que se cierran en la mayoría de los casos con evocaciones de la vida o la muerte en el campo de Mauthausen, "junto al río de los nibelungos", uno de los nombres malditos de la geografía del horror. El narrador alterna el relato de la fuga a través de las Montañas Muertas, descritas en pasajes de turbadora belleza, con los pensamientos del fugitivo, que se autoengaña con vanas justificaciones y sueña con regresar a una posición de mando. La escritura, muy precisa, es compatible con un denso trasfondo simbólico que recuerda, salvando las distancias, el de obras como la alegórica Sobre los acantilados de mármol, pero no tiene ese carácter críptico o en definitiva inhóspito que complica la novela de Jünger. Menos elevado pero más inequívoco, Kain retrata con trazos indelebles el orgullo demencial de quienes eran tan arrogantes que ni siquiera tuvieron conciencia -o se conjuraron para olvidarlos- de la magnitud de sus delitos.

Franz Kain. Trad. Richard Gross. Periférica. Cáceres, 2013. 112 páginas. 15 euros

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