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Entrevista José Abad | Escritor y crítico literario

"Tengo el placer de haber abucheado a Matteo Salvini durante un mitin"

  • El autor regresa a la novela negra con 'Salamandra' (Almuzara), una intriga con sabor a western clásico protagonizada por un sicario de la mafia italiana donde atiza a Berlusconi y la Iglesia

El novelista, traductor y profesor universitario José Abad, en la redacción de 'Granada Hoy'

El novelista, traductor y profesor universitario José Abad, en la redacción de 'Granada Hoy' / Jesús Jiménez / PhotographersSports

Cuando era un crío, José Abad (Granada, 1967) disfrutaba devorando los tebeos de Mortadelo y Filemón o Capitán Trueno. Los niños de su generación debían llenar el tiempo de ocio ellos mismos (claro, no tenían a mano un chacharrito con internet como los de hoy). El escritor de Colomera se enganchó a la lectura de forma natural. Las aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari y Robert Louis Stevenson también fueron las suyas. Como le gustaba tanto el género criminal se pasó a las intrigas de Agatha Christie, Manuel Vázquez Montalbán y Edgar Allan Poe (de este último recuerda aquel angutioso relato titulado El corazón delator). A los 17 años descubrió las bondades de Kafka y su retorcido mundo. Si se le da a elegir entre Juan Marsé y Paco Umbral, se queda con el primero hasta el final.

El autor granadino regresa a la novela negra con Salamandra (Almuzara), una intriga con sabor a western clásico protagonizada por un sicario de la mafia italiana. En el libro, cuya publicación se retrasó hasta 2021 por la pandemia, atiza con fuerza a Silvio Berlusconi, la Iglesia católica y el Estado de bienestar. "De admirable concisión y sequedad, en la línea de los grandes maestros del género (Raymond Chadler, Dashiell Hammett) brinda una sólida descripción de los entresijos de la mafia siciliana", destacan en la contraportada. El doctor en Filología Italiana también ha aprovechado estos meses para traducir El Corsario Negro de Salgaría. Mientras, el profesor continúa dando clases online en el grado de Lenguas modernas de la UGR donde imparte las asignaturas de Traducción literaria, Cine y sociedad y Lengua Italiana.

-¿Le horroriza pensar en un boom de literatura pandémica o todo lo contrario, le atrae que se pueda dar este fenómeno?

-El confinamiento, teóricamente, debería haber beneficiado a la lectura porque nos ha dejado mucho tiempo para leer. Lógicamente, las editoriales se contuvieron bastante. Por ejemplo, mi novela debería haber salido en primavera del año pasado. Es uno de los daños colaterales insignificantes de esta pandemia. Tenemos ganas de reconquistar esa normalidad que perdimos haciendo lo que hacíamos: volviendo a los cines, a los teatros, a los conciertos. Visitando sin problema librerías y demás. Espero que haya un boom intentando reconquistar eso que hemos perdido, tan cotidiano, que no apreciábamos cuánto valía. La pandemia nos ha hecho revalorizar esas pequeñas cosas que hemos perdido.

Otra imagen del escritor en el interior de la Cámara de Comercio, sede del periódico Otra imagen del escritor en el interior de la Cámara de Comercio, sede del periódico

Otra imagen del escritor en el interior de la Cámara de Comercio, sede del periódico / Jesús Jiménez / PhotographersSports

-Su último libro se trata de una novela negra. También fue el género escogido para su primera incursión en la literatura. ¿La novela negra, al igual que los clásicos, hacen una buena radiografía de la realidad social de la época?

-Que me haya dedicado en parte a la novela negra demuestra que sí, que creo en esto que acabas de comentar. En el siglo XX, la novela negra tomó el relevo a la novela social del siglo XIX. El cometido de la novela social de entonces y el de la novela negra hoy es precisamente eso: radiografiar la sociedad que nos ha tocado vivir. El as en la manga de la novela negra es contar con una intriga que puede atraer a lectores a priori socialmente no demasiado inquietos. (No obstante, si una novela no cumple las expectativas, incluso ese lector poco inquieto le dará la espalda al autor). La novela negra tiene mucho que decir. En España se consolidó tarde, durante la llamada Transición, con autores como Manuel Vázquez Montalbán, que me han influido muchísimo. El interés no ha decaído. Es uno de los pocos géneros populares en donde al lector español no le importa leer a autores españoles. Piensa en la ciencia ficción en español; el género existe, pero no hay autores de ciencia ficción que muevan a miles de lectores. En cambio, en la novela negra, sí. Hemos conseguido crear varios clásicos contemporáneos: Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Andreu Martín, Lorenzo Silva.

-Salamandra está protagonizado por un sicario de la mafia, y ambientado en una región donde vivió cinco años, Sicilia. ¿Qué tal su estancia allí?

-Fue una experiencia inesperada que me cambió la vida. Me fui con una beca como auxiliar de conversación. Acababa de licenciarme en la Facultad de Filosofía y Letras. Me dieron una beca para estar nueve meses en Palermo y me quedé cinco años. Allí conocí a la que hoy es mi mujer, Bárbara, nos casamos, fuimos padres... Granada es mi hogar; Palermo, mi segunda casa.

-¿Italia siempre será sinónimo de mafia?

-Es inevitable, pero también injusto, que la palabra mafia sea el filtro usado para acercarnos a la realidad italiana. La mafia está presente, no se puede negar. Existe. Si negáramos su existencia le haríamos justamente un gran favor. Pero Italia no se agota ahí, en absoluto. Lo que ocurre es que la mafia tiene un potencial narrativo que un autor de novela negra no podía dejar pasar. No obstante, si vuelvo a ambientar otra novela en Sicilia me he prometido no usar de nuevo la mafia como tema. Sicilia es una tierra muy compleja. Sicilia no es solamente Cosa Nostra. Sicilia es mucho más que eso.

-Le da una buena hostia a Berlusconi, al estado del bienestar y a la Iglesia católica ("la biblia y la Beretta se amoldaron bien") en el libro. ¿Italia representa la peor cara del populismo y del neoliberalismo?

-El populismo de extrema derecha tiene líderes muy fuertes en Italia, pensemos el caso de Matteo Salvini. En el periodo en que está ambientada la novela, el representante de ese populismo neoliberal era Silvio Berlusconi. A quien me permito darle un tirón de orejas. Tengo el placer de haber abucheado a Salvini durante un mitin que intentó dar en Siracusa. Dentro de unos parámetros civilizados. No insulté. Un grupo de personas decidió que no era bienvenido en la ciudad. Me sume gozosamente a eso. El auge de la extrema derecha es un problema enorme. Vivimos inmersos en una crisis posiblemente más grande de lo que creemos y el extremismo se está aprovechando para crear un estado de crispación muy pernicioso.

Portada de 'Salamandra' de José Abad Portada de 'Salamandra' de José Abad

Portada de 'Salamandra' de José Abad / G. H.

-Se aprovechan de la gente pobre y de la crispación de la gente. Es terrible.

-A mí me escandaliza el éxito electoral de un grupo tan zafio como Vox. Cuando se decía que iban a conseguir un par de escaños en el Parlamento Andaluz, durante las elecciones de 2018, no me lo creía. Consiguieron 12 escaños. Y lo mismo ha sucedido en las elecciones nacionales. Esto demuestra que la extrema derecha está satisfaciendo las inquietudes de cierto grupo de ciudadanos. Estos grupos alimentan los más bajos instintos de la ciudadanía: la necesidad de un enemigo, que está personificado en la figura del emigrante; la apelación continua a una tradición nacional rancia, que uno querría dejar definitivamente atrás; la reivindicación de unos valores supuestamente eternos que, en realidad, nacieron hace muy poco. Todo esto satisface a esas personas que les dan su apoyo. El desafío está en ofrecer argumentos más sólidos y más convincentes a esa ciudadanía y hacerles entender que el discurso de Vox es indefendible.

-¿Cómo contrarrestamos ese discurso en Italia y en España?

-Para mí la palabra mágica es educación. Se trataría de educar a las nuevas generaciones en valores más sólidos y en mitos menos casposos. No obstante, para que la siembra dé frutos deberíamos esperar 10 o 15 años a que estas generaciones con mayor amplitud de miras se incorporaran a la sociedad y ayudaran a cambiarla. Entre tanto, tendremos que convivir con esta gente de la vieja escuela, con los nostálgicos de la dictadura. No acabo de entender cómo sucede esto aún. En Italia o en Alemania, el Estado no financiaría jamás de los jamases a ninguna fundación consagrada a Mussolini o Hitler. Allí existe el neofascismo, y también se está haciendo fuerte, pero lo abordan como lo que es: un problema social. Nosotros hemos corrido un tupido velo pensando que esto era suficiente. Es escandaloso que un señor como Ortega Smith justifique figuras como la de Primo de Rivera o diga lo que dijo de las Trece Rosas. En cualquier otra democracia más saneada, Ortega Smith estaría obligado a dar explicaciones.

-"A veces no se puede elegir, deberías saberlo", le dice Raven a Valentina (otro de los personajes) en un momento de la novela. Hace un siglo, la violencia del estado y la explotación laboral se cebaba con la gente pobre. ¿Entonces si se justificaba el nacimiento y proliferación de estas organizaciones o tampoco?

-Las mafias tienen unos orígenes históricamente claros. Sicilia es una tierra, una isla aislada, del resto del país. Lo que hizo la mafia desde antiguo ha sido usurpar el papel del estado. Los problemas que el estado central no se decían resolver, los resolvía la mafia. La mafia se presenta en aquella tierra como una figura paternal muy equívoca y traicionera. Lo que viene a decir el personaje de Valentina es una realidad. Si naces en el escalafón más de la sociedad es muy difícil que te permitan subir al superior.

-Lo del ascensor social es una mentira total.

-Yo no he visto ese ascensor en ningún sitio (ríe).

Otro foto de Abad Otro foto de Abad

Otro foto de Abad / Jesús Jiménez / PhotographersSports

-¿No cree que las películas han blanqueado en gran medida la imagen de la mafia? ¿La literatura también tiene ese poder?

-La literatura no ha ayudado a blanquear la imagen de la mafia. Hay autores como Leonardo Sciascia que, desde fecha muy temprana, han combatido la presencia perniciosa de la mafia en la sociedad. Y hay autores que han venido después que han seguido combatiendo este problema. El cine, en cambio, sí ha dado una imagen romántica de la figura del mafioso. Pero no el cine italiano. Cuando hablamos de la mafia nos vienen a la mente El padrino de Coppola. A mí me parece una obra maestra del cine, pero no niego la mayor: que la película le da una dimensión trágica a unos personajes bastante rastreros: Vito Corleone y los demás tienen una altura shakesperiana muy difícil de hallar en la realidad. Personalmente, he intentado huir de esta imagen romántica. En mi novela, el personaje de Matteo Sontoro tiene el cometido de mostrar la ruindad moral y la ausencia absoluta de escrúpulos del capo mafioso.

-¿Por qué sentimos atracción por personajes como Sonny Corleone? Es un asesino al fin y al cabo.

-La ficción tiene un poder impresionante. Puede darnos una imagen equivocada de una realidad mucho más compleja como el problema de la mafia. Hay un libro muy bueno de Roberto Saviano, Gomorra, que trata el problema de la mafia napolitana (la camorra). En el libro venía a decía como los mafiosos hoy se ven a sí mismo como héroes de película. La ficción es tan poderosa que consigue engañar a los propios retratados. El mafioso napolitano se considera fotogénico, cinematográfico. En Sicilia, la mafia es más discreta. La camorra es más exhuberante. Quizá por el propio carácter siciliano, la Cosa Nostra es más "elegante". No creo que hayan caído en esa mentira de la ficción.

-A veces su novela parece estar contada con el detalle o la acción de una película. ¿El cine le ha influido en su manera de escribir?

-Completamente. Soy muy cinéfilo. No niego la influencia del cine en la narrativa que yo hago. De la misma forma que Juan Marsé o Vázquez Montalbán negaba la influencia del cine en su obra. El cine nos ha educado a generaciones enteras. Nos ha enseñado como dosificar la acción, a estructurar el relato y a montar. La idea del montaje tan cinematográfica nos ayuda al narrador hoy a disponer las acciones de una determinada manera. Intento hacer de todo eso un tesoro. Mi instrumento es la palabra, no la imagen. Mi novela no quiere ser un guion, pero la influencia del cine no la negaré. A mucha honra.

El autor posa con su libro El autor posa con su libro

El autor posa con su libro / Jesús Jiménez / PhotographersSports

-¿Debería haber límites en la ficción a la hora de hablar de ciertos colectivos o todo lo contrario Ahora que vivimos en la era de lo políticamente correcto y los ofendiditos...

-Lo políticamente correcto es políticamente peligrosísimo y narrativamente nefasto. Yo escribo sobre una organización criminal que está perseguida por la justicia y me resulta mucho más sencillo ser políticamente incorrecto con este material. Fíjate si soy políticamente incorrecto que el protagonista de mi novela es un sicario, no un agente del orden. No me gustan las palabras censura o autocensura. A menudo nos imponemos límites a nosotros mismos: no hablamos de ciertas cosas por no herir ciertas sensibilidades. Creo que con tacto podría hablarse prácticamente de todo. ¿Dónde poner el límite? No lo sé. Repito, a mí me ha resultado sencillo ser políticamente incorrecto porque el género me lo consiente. Pero si esta actitud me la llevara a una problemática social distinta, seguramente me lo plantearía de una manera distinta. ¿Se pueden seguir haciendo chistes que justifiquen la violencia machista o la homofobia o ridiculicen algún tipo de minusvalía? Los chistes contra el Rey o la Casa Real, en cambio, me parecen lícitos. Son muy graciosos. Yo los sigo contando.

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