Amor eterno

En todo momento ella estuvo cuidándole y desviviéndose por él, siempre a la cabecera de la cama

Conocí a Miguel en el hospital, en una guardia. Tenía algo más de 80 años y una grave afección de varios órganos; lo que los médicos llamamos un paciente pluripatológico. Educado, prudente, con una profunda mirada de bellos ojos color "azul turquesa", siempre acompañado de Elena, su abnegada y amada esposa que cuidaba de él con una delicadeza exquisita, cual si de un bebé se tratara. Durante las veces que los atendí en la consulta, me sorprendió lo bien que conecté con ambos. En el transcurso de nuestros sucesivos encuentros comprobé que ella estaba siempre sonriente y alegre y animaba constantemente a Miguel cuyo estado ánimo fluctuaba enormemente, debido sin duda al curso de su enfermedad. Por otra parte me impresionaba realmente la preocupación y el cuidado de Elena ante cualquier queja de su marido. Ella lo trataba con mucha ternura y paciencia; él la veneraba y respetaba profundamente. Elena, gran conversadora, me explicaba que Miguel tuvo una infancia y adolescencia muy difíciles. Con apenas con 11 años lo enviaron a trabajar a un cortijo a cuidar cerdos. Pasaba largas jornadas de 13 y 14 horas en el campo, a veces bajo la lluvia y el frío, con poco abrigo y por poco más que la comida. A Elena la conoció con apenas 15 años y aún seguía trabajando en el cortijo. Algunas semanas libraba un día, y caminaba varios kilómetros para verse con su amada. Ella le prometió a él y a sí misma que lo cuidaría el resto de su vida, evitándole cualquier sufrimiento en un futuro. Y así lo hizo; más de 60 años de convivencia avalan esta promesa. Sus constantes miradas de complicidad eran la muestra de un amor de los de toda la vida. Este sentimiento se reflejaba también en sus gestos: con frecuencia ella acariciaba y besaba la cara de su marido, mientras que él apretaba fuertemente su mano. Elena estuvo junto a Miguel hasta el final. En lo más duro de la pandemia, él tuvo que ingresar en el hospital. Su salud se deterioró de forma irreversible y falleció varias semanas después. En todo momento ella estuvo a su lado, cuidándole y desviviéndose por él, siempre a la cabecera de su cama, y demostrando un amor y una entrega sin medida. Hoy siente un gran vacío sin él, sus ojos se humedecen al pronunciar su nombre y lo recuerda con emoción, ternura y un gran amor

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