Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

Pues sí

La historia demuestra que Andalucía ha traído más pena que gloria a nuestro territorio

Pues sí. Por si no fueran cientos los argumentos para el Granadexit, Andalucía y su hiper centralizadora y mastodóntica Junta son especialistas en reforzar nuestras razones de peso para que Granada salga de una vez de su artificial autonomía. Administraciones sobredimensionadas, multiplicadas, paralelas, chiringuitos para mamandurrios… La perspectiva histórica demuestra objetivamente que Andalucía -y todo el actual Estado autonómico- ha traído más pena que gloria a nuestro territorio, además de un importante quebranto para nuestros bolsillos, porque el mantenimiento de tantas superestructuras-agencias de colocación de amiguetes, sale de nuestros bolsillos ¿Por qué tenemos los granadinos que pagar los chiringuitos creados, mantenidos y/o consentidos por la Junta andaluza, cuando Granada necesita inyecciones urgentes de capital que la saquen del ostracismo deliberado de Andalucía?

El problema radica en que cuando se invitó discriminatoriamente al "café para todos" a los territorios elegidos, se obvió ex profeso que España ha sido históricamente un territorio estructurado en reinos y no en provincias ni regiones, división ésta que nunca caló en el pueblo y que ni tan siquiera se creyó el afrancesado felón Javier de Burgos. Problema latente -mantenido paradójicamente con Decretos derogados-, que ha generado un gran descontento popular, contenido por las circunstancias, y agravado enormemente 147 años después, con el pucherazo de 1980 que doblegó la soberanía popular contraria a la creación de la falaz autonomía andaluza.

Si se hubiera respetado el sistema natural de reinos, hoy no tendríamos estos graves problemas territoriales, producto de cócteles anómalos, y de ambiciones políticas. Por ello Granada o León están desubicados territorialmente, e incluso, en este caos territorial, hasta el bakuninista alcalde de La Línea -que arrasó el 26-M-, pretende su propia constitución como ciudad autónoma.

La desaparición de las CCAA es complicada, máxime cuando son la agencia de colocación de amiguetes más importante de España, pero, como hay café, como prevé la CE, urge servirlo ya a quienes se les negaron sus derechos territoriales históricos, como a Granada, que no se merece estar a la cola de la democracia ni sin autonomía propia.

Junto a todo esto, la lista interminable de agravios a Granada justifican aún más el desenganche de esta situación envenenada para nuestra postergada tierra y que sólo nos conduce a más preterición, desatención e ignorancia. Es hora de promover el cambio territorial, político y de políticos. Y, pues sí, el Granadexit nos liberará de tanto lastre y desastre andaluz.

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