Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Berenjenas a la griega

Hasta que no se arregle lo del CGPJ y haya nuevo gobierno estoy por abandonar el periodismo político

Estoy tentado, hasta que no haya un nuevo Gobierno y políticos y jueces no arreglen lo del Consejo General del Poder Judicial, de no escribir de política: la independencia judicial por los suelos y el juego democrático arrumbado y hecho papilla por la batidora del ‘te voto’, ‘no te voto’, ’dame esto’, ‘dame lo otro’, ‘dámelo todo’. Es que ya no me los tomo en serio. Y cuando dicen que actúan por el bien de “todos los españoles”, me entran ganas de coger una ‘tremalleta’. Para no recurrir a la artillería, vuelvo al perfumado reino de las cocinas, en busca de algo de sensatez. Pero, ¿a quién le van a importar mis guisos? A nadie, pero a mí me reconfortan, “y al cabo –Machado dixit–, nada os debo; / me debéis cuanto he escrito. /A mi trabajo acudo, con mi dinero –bueno, con el de mi pensión– pago / el traje –del Primark– que me cubre y la mansión que habito, / el pan que me alimenta y el lecho en donde yago”. A lo mío. ¡Cómo nos afectan las condiciones materiales de la vida! Sube brutalmente el aceite de oliva y, de súbito, aparece la airfryer, un cacharro que fríe casi sin aceite. En esto, como en casi todo, los griegos se nos adelantaron 2500 años. Hay en el museo de Delos un hornillo –¿la cocina económica del siglo XIX, la vitro-cerámica del XX, la airfryer, del XXI?–, que aprovecha al máximo la lumbre. El susodicho anafe dispone de un solo fuego central que proporciona calor a varios soportes, distribuidos en cuatro niveles, en los que se colocaban ollas, carmelas y cazos. De tal forma que se podía, al mismo tiempo, cocer un huevo, asar unos espetos, guisar un puchero y calentar agua. La airfryer es un horno de aire pequeño que gasta poquísima electricidad, y en el que el estudiante se puede hacer una hamburguesa, el goloso, un bizcocho y el jubilado, asarse un pollo picantón. Ideal para célibes, viudos de larga duración, solitarios y ancianos que no han perdido todas su sicomotricidad. Necesita un tiempo de aprendizaje para hacerse con él y dominarlo. Me lo regaló mi hija hace unos meses, y ya he conseguido cocinarme en mi airfryer una melitzanosalata de berenjenas. A la griega, claro. Me pasé un poco con el limón, pero, expertólogo como me he vuelto, conseguí apaciguar su soberbia cítrica, con un arroz blanco con ajos fritos, como el de mi abuela. ¡Cipote de máster chef, yo!

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