Brotes de esperanza en esta guerra

La defensa de estos valores tiene un precio que debe estar muy por encima de los intereses económicos de la UE

Las imágenes que nos están llegando de esta injusta e irracional guerra de Ucrania han sembrado de indignación, de rabia y de impotencia mi alma. Para mí, defensor de la vida y de la dignidad humana, esta invasión ha significado un antes y un después en la sustentación de lo que los europeos hemos llamado el estado del bienestar. Y es que, como bien hemos podido comprobar, la hasta ahora cotidiana paz de la que disfrutábamos, es extremadamente frágil. Basta que un líder, megalómano y sin escrúpulos tome el mando de un país vecino con gran potencial militar para invadir, destruir y masacrar a la población civil a placer; con un entorno geográfico que además, no tiene más remedio que contenerse para evitar una guerra nuclear. Entre lágrimas en estos días me he preguntado si en medio de estas imágenes de cadáveres en las calles, destrucción, familias rotas y un éxodo de refugiados brutal, existía aunque fuera un ápice de esperanza. Milagrosamente, entre el sufrimiento y la indefensión de esta pobre gente ha surgido la solidaridad, el corazón de un país (el nuestro) y de una Europa con la que por primera vez en mucho tiempo me siento plenamente identificado. Si, una Europa cuya ciudadanía, por encima de sus dirigentes, ha dado una respuesta contundente acerca de su firme intención de defender unos valores democráticos y una paz a los que aspira de manera indefectible. El incondicional apoyo a Ucrania emana de la proximidad geográfica, pero también de nuestra identificación plena con este pueblo tan castigado históricamente. Lo que les está pasando a ellos podría pasarnos a nosotros en cualquier momento. Estamos viendo niños que van diariamente a colegios como lo hacen los nuestros, ancianos de los que cuidan sus hijos, como también lo hacemos nosotros y enfermos que acuden a hospitales como los de nuestras ciudades. Pero si algo ha demostrado esta guerra, es que la defensa de estos valores tiene un precio, un precio que debe estar muy por encima de los intereses económicos de la Unión Europea. Y es que esta realidad supranacional, ha de sustentarse en una unión política, además de económica y monetaria que disponga de una fuerza militar, tal vez intimidatoria, pero que en cualquier caso vele por la indemnidad de sus fronteras frente a nuevos líderes psicópatas con sed de conquista que como podemos ver, no son cosa del pasado.

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